"EL CONCIERTO"

El señor Smittson siempre fue un asiduo asistente a todos los conciertos que se desarrollaban en su pueblo, famoso este por la gran actividad cultural que se efectuaba en los meses invernales, lo que atenuaba el aburrimiento típico de todos los habitantes de este tranquilo lugar y sus alrededores.

Siempre que había algún evento musical al que valiese la pena asistir, lo hacía, buscando siempre aquel éxtasis que le proporcionaban las grandes obras creadas por los genios.

Aquel día Smittson reflexionaba sobre su afición a escuchar música como complemento a su gran amor hacia todas las personas, la naturaleza y los animales, pensando que en algún momento tendría un chispazo divino que le permitiera captar con su espíritu, aquel mensaje oculto de las grandes obras, de las cuales siempre pensó que eran dictadas por seres de niveles espirituales muy elevados y que deseaban de alguna manera acercar al hombre a través de la música, a estas verdades inconmensurables que no podemos percibir con nuestro torpe sentido normal de la audición, que solo capta una ínfima parte de todas aquellas sinfonías universales que resuenan en el cosmos infinito, inundando con su mensaje celestial cada rincón de el.

Salía de cada concierto con una sensación de vacío, como si algo le faltara, como si tanta música que había escuchado le hiciera tener la necesidad de buscar algo diferente que ni él sabía que se trataba.

Caminó un poco por el centro de la ciudad y compro un diario, sentándose en un pequeño banquito en una plazoleta rodeada de arbustos, hojeó una a una las páginas del periódico y cuando llegó a la sección dedicada a los espectáculos y eventos culturales, le llamó la atención un pequeño anuncio que decía: “Si quiere tener emociones nuevas con la música, asista a la única presentación que dará a las 22:00 hrs. en la sala de conciertos de la ciudad el tecladista inglés Paul Spencer Mc Ellington, famoso por sus notables experimentos que conducen a estados superiores de la conciencia, mediante frecuencias vibratorias especiales. Asista usted no se arrepentirá lo esperamos.”

Era primera vez que veía un anuncio parecido, dejándolo con bastante curiosidad a tal grado que se decidió a asistir.

Se fue a su casa y almorzó nerviosamente algo de comida que le había quedado del día anterior en el refrigerador. Algo normal era comer alimentos mal preparados por el mismo desde hacía ya un año en que había enviudado. Nunca le gusto la idea de aprender a cocinar y ya no lo iba a hacer.

Esperó con mucha impaciencia el ocaso del día para irse al concierto, y cuando ya fue el momento se puso el abrigo y los guantes y empezó a caminar hacia la sala de conciertos que estaba a pocas cuadras de su casa.

Cuando llegó a la entrada del salón, le llamó la atención que no hubiese nadie esperando la mencionada función y más extraño aún le pareció que no hubiera ningún anuncio que mencionara el concierto. En la puerta principal de la sala, había un hombre de aspecto bondadoso que cuando lo vio acercarse le dijo con voz amable: - Lo estabamos esperando pase usted por favor.

Smittson muy asombrado y sin decir nada entró al salón y cerrándose la puerta de entrada tras de si se sentó en una butaca ubicada al centro de la sala.

El lugar estaba en semi-penumbra, solo una tenue luz celeste iluminaba los cables, teclados, sintetizadores y computadoras ubicados al centro del escenario, dándole el aspecto de la sala de comandos de una nave interplanetaria.

El recinto estaba absolutamente vacío, lo que hizo que Smittson se pusiera un tanto nervioso y con desconfianza, al poco rato de que se hubo sentado, por un costado apareció sobre el escenario, un hombre de unos treinta y tres años, de mas o menos un metro ochenta y cinco de estatura, con una túnica blanca radiante que con la luz celeste que iluminaba el escenario, hacía que la tela resplandeciera aún más, conferiendole al músico un aspecto místico y pulcro.

Dirigiéndose a el le dio la bienvenida:

- Estamos muy contentos de tenerlo con nosotros, lo que voy a tocar llenará absolutamente ese vacío que han dejado todos los conciertos a los que a asistido.

Usted a sido elegido como tantos otros por su capacidad y sus valores inalterables, para tener esta experiencia que lo llevará a los más elevados estados del espíritu, no se preocupe ni tenga temor de nada, porque todo lo que sentirá y verá será de su mayor agrado y tenga la seguridad de que no se arrepentirá, ya que es lo buscado tanto tiempo por usted.

Smittson notó que las palabras del músico fueron como un sedante, ya que todos los temores y desconfianza que lo atacaron en un principio, desaparecieron y como si aquel hombre le hubiera transmitido una paz infinita que lo relajó y calmó, se arrellanó en su butaca disponiéndose a escuchar las notas que darían inicio a aquella actuación.

Miles de ideas pasaron por su mente en aquel momento, pero sentía la suficiente tranquilidad para poder darse cuenta de todo lo que estaba pasando, entonces notó la importancia de lo que aquel hombre le había dicho y se dejo llevar por los acontecimientos con la seguridad de que todo lo que allí sucedería sería trascendental para él. Intuyó que toda su preparación interna durante tantos años no había sido en vano, que todo esfuerzo y sacrificio por ayudar a otros desinteresadamente no solo le brindaría una satisfacción y una alegría en su interior, sino que también lo preparó íntegramente para el momento que ahora le tocaba vivir.

Todas estas reflexiones pasaban por su mente cuando las primeras armonías que interpretó Mc Ellington, lo sacaron de sus pensamientos iniciándose los primeros instantes de conexión espiritual con la música, era otra forma de escuchar y sentir aquel mensaje, ya no eran solo sus oídos los que percibían aquellas vibraciones, ya no estaba presente esa dualidad inherente a todos los acontecimientos de la vida tridimensional, ya no era su intelecto el que percibía la música través de sus órganos auditivos como un proceso mecánico de transmisión de ondas hacia su cerebro, para que este las separe entre sonidos altos, bajos, feos, bonitos, buenos, malos etc. y luego analíticamente decida si ésta música es aceptada para causarle algún grado de satisfacción al auditor, ¡no! esta vez era diferente, era todo su ser espiritual, físico, su alma, cada rincón de sus moléculas estaba siendo integrado a la música misma, era un captar total de toda la creación a través de estas vibraciones, comprendió de una sola vez todas las cosas del universo como un todo, sin ningún tipo de obstrucción, pudo saber que pasaba en todos los lugares del cosmos sin las limitaciones del espacio tiempo, vio y sintió los acontecimientos del pasado, del presente y del futuro como una sola concepción, nada le quedo oculto, captó los pensamientos de todos los seres humanos en un solo instante, todas sus acciones, todas sus intenciones, vio y sintió el amor de muchos seres de otras galaxias donde ya se superaron las imperfecciones del genero humano, era como estar de la mano de Dios contemplando toda la creación desde un lugar privilegiado, donde nada, absolutamente nada queda oculto, solo se es uno con el todo, se pierde la individualidad creciendo infinitamente y pasando a ser el universo mismo en todos y cada uno de sus rincones.

No había dudas, Mc Ellington no era esencialmente un músico, el concierto no era tal, toda la escena fue preparada desde lo alto, Mc Ellington era un enviado con una misión específica, la de rescatar a Smittson y se eligió la vía de la música como elemento purificador del espíritu de Smittson para llevarlo a los limites de su capacidad del conocimiento universal.

Mientras Mc Ellington estuvo tocando, Smittson se mantuvo en este estado de bienaventuranza y revelación, sería difícil saber cuanto duró este concierto, pues cuando se tiene acceso al conocimiento absoluto del universo, da lo mismo, un segundo, un minuto, una hora o una eternidad el tiempo pierde totalmente su valor.

Cuando Mc Ellington dejó de ejecutar aquellas excelsas obras, Smittson sintió con toda crudeza la realidad de volver a ser parte de este mundo material, pudo captar conscientemente la densidad de su cuerpo, la limitación de cada uno de sus órganos (sobre todo su cerebro) para poder contener toda la experiencia que significó la iluminación, el conocimiento íntegro de todas las realidades universales. Supo que ya no podría seguir en esta vida, con este cuerpo, en este mundo tridimensional, pues se le haría imposible la comunicación con todos los demás seres y la vida para el ya no tendría ningún sentido.

Mc Ellington captando todo lo que Smittson sentía y reflexionaba, comenzó nuevamente a tocar aquellas armonías y melodías celestiales llevando otra vez a Smittson hacia la plenitud, hacia la meta máxima a que debe aspirar todo ser humano, hacia el retorno definitivo al conocimiento total, o sea Dios.

Al día siguiente el pueblo despertó con las actividades normales que a diario se sucedían, la única diferencia era un pequeño anuncio en la sección roja del periódico de la ciudad que señalaba: ”Conocido personaje del ámbito cultural del pueblo, muere de un ataque al corazón en sala de conciertos abandonada”.

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