De todas formas, cuando más duro fui con Luis Enrique fue después del partido de la Real. Y ahí el equipo era un desastre tácticamente. Daba toda la impresión de que Luis Enrique quería demostrar que él era el amo y señor y, al mismo tiempo, tratar de meter a calzador improntas de su ideario futbolístico.
Pero también recuerdo que dije que no dudaba de que todo formase parte de un plan que él había ideado, pero que yo no lo comprendía. Ahora está claro que sí lo comprendo.
Y también es cierto que él mismo dio un paso atrás en un momento crítico.
Tampoco se me puede condenar que sintiera decepción cuando el equipo peor estaba, porque había cosas difíciles de entender. Cosas que, irónicamente, ahora mismo tienen mucho más sentido. No todas, pero sí algunas.
Es evidente que yo no he jugado en Barça ni en el Madrid, ni he entrenado con algunos de los mejores entrenadores de los últimos 30 años, ni soy entrenador profesional.
Siempre he dicho que incluso con Guardiola tuve serias dudas en sus primera temporada, pero si supiese más de fútbol que esa gente, igual no estaba aquí hablando con vosotros y estaba de comentarista en La Sexta