Informática musical

Inteligencia artificial, computación biológica y la poética musical de un hongo

05/05/2016 por Miguel Isaza

Las formas tecnologías que hoy conocemos serán seguramente obsoletas en un futuro próximo. La misma era digital tiene la muerte declarada, y como afirma Nicholas Negroponte, fundador del MIT, recordaremos lo digital más por su ausencia que por su presencia. Se une así a los muchos pensadores, ingenieros y científicos que hoy en día abogan por nuevas tecnologías que en muchos sentidos, y de una forma radical, superarán las actuales, proceso que se basa en lo interdisciplinar y plural, esto es, no realizable desde el mero desarrollo de la máquina sino también de nuevos avances en otros campos, desde la lingüística hasta la química, pasando por la biología y las nuevas cosmologías.

Hoy en día abundan los experimentos con sistemas biológicos y seres vivos programados, basados en todo tipo de biomateriales, sustancias y organismos que ofrecen maravillosas posibilidades desde el encuentro entre la microbiología y la robótica, hallando nuevas tendencias de una ciencia cibernética que se abre inevitablemente a la integración de lo poético e intuitivo, el arte. Así, estas nuevas posibilidades de exploración apelan no solo la mecánica de la naturaleza en cuanto modelo simple, sino ante todo a la dinámica compleja de diferentes variables: tiempo, espacio, energía, señal, a alteración misma de la masa y los procesos del mundo, todo esto llevando a la comprensión de nuevos caminos de interconexión y exploración determinados por lo que se siente y lo que se piensa, desde el nivel de lo biológico hasta el más elevado algoritmo, ambos encontrados en una dimensión del saber que desde tiempos sin principio, ha dejado perplejos tanto a los científicos como a los artistas, la música.

El brasilero Eduardo Miranda, músico e investigador en inteligencia artificial y ciencias de la computación, ha invertido más de una década en una investigación que gira en torno a este encuentro entre biología y ciencia informática, donde el núcleo central de exploración es la música, valorada desde fascinante exploración que se basa en varias técnicas, teorías y situaciones que surgen de incitar un diálogo entre lo natural y lo artificial, principalmente en tres paradigmas de la inteligencia artificial que menciona Miranda en su libro Composing Music with Computers:

Por una parte, habla del modelo de automatismo celular para la disposición de diversos sistemas de interacción y comportamiento en el tiempo, enlazado a un segundo elemento, los denominados algoritmos genéticos, también referidos como algoritmos evolucionistas o generativos, los cuales comprenden métodos y lenguajes de computación inspirados en procesos biológicos, en el caso de Miranda reflejados en la integración de etapas de composición musical. Y tercero, encontramos lo que Miranda denomina juegos musicales adaptativos, donde habla de los elementos de la dinámica de un sistema de inteligencia artificial como la co-evolucion, la auto-organización, la jerarquización y formación de niveles, la evolución rítmica de las formas, entre otras variables.

Bajo este tipo de procesos se concibe algo que se ha denominado música evolucionista (debido a los algoritmos evoluicionistas) o simplemente biocomputer music, la cual se sitúa bajo estos nuevos paradigmas de la inteligencia artificial, en este caso aplicada en investigaciones musicológicas (bajo la denominación de musicología computacional basada en inteligencia artificial) donde se encuentran diversas fuerzas naturales con la finalidad de comprender una minuciosa y asombrosa exploración de diferentes asuntos que no se limitan al arte sino que se dirigen a la ciencia misma, a cuestiones referentes a la composición de la materia y su mecánica, basadas en este caso en experimentación con la interconexión de sistemas, componentes y comportamientos globales, como menciona Miranda en su libro Composing Music with Computers, donde apuesta por la posibilidad de enlazar procesos estéticos con las investigaciones en cuestión, siendo así un interesante híbrido de científico y compositor.

"Las técnicas de inteligencia artificial pueden haber variado aplicaciones en la investigación musicológica, pero desde el punto de vista de un compositor tal vez la aplicación más interesante es para el estudio de las circunstancias y los mecanismos en los cuales la música podría generarse y evolucionar en mundos habitados por comunidades virtuales de músicos y oyentes. Los orígenes y la evolución son estudiados aquí en el contexto de convenciones culturales que pueden emerger bajo un número de restricciones, por ejemplo psicológica, fisiológica y ecológica."

Estas posibilidades se reflejan precisa y claramente en la propuesta de Miranda y más concretamente en su proyecto Music biocomputing, el cual se desprende a partir de la construcción de una máquina musical interactiva que utiliza bio-procesadores creados a partir de moho llamado Physarum polucephaum. La investigación "apunta a nuevos dispositivos creativos biocomputacionales que serán económicos de hacer, seguros de llevar, menos nocivos en su producción, y posiblemente auto-potenciados y con auto-reparación". Sus detalles se hayan en un paper de investigación publicado por Miranda.

El argumento de Miranda, al igual que otros como él que se adentran en el diálogo informática-biología, es básicamente que "la tecnología de hoy está basada en una arquitectura desarrollada hace más de 50 años, principalmente en los años 60 y está limitada por los materiales y sus capacidades" y como argumenta, en el futuro las computadoras se valdrán de otros materiales y procesos. Muchos científicos apuestan hoy por los materiales y conductores orgánicos y tecnologías basadas en procesos biológicos, integrados en un diálogo con procesos procesos industriales, tecnológicos e informáticos, en pro de hallar nuevas formas de ordenadores y sistemas para la creación musical, donde quizás el asunto de la música se va netamente al territorio del sonido en cuanto tal, teniendo a disposición, cualquier sonido, cualquier teoría y cualquier método, al tiempo que la música se reafirma como una constante investigación de la naturaleza.

La primera pieza musical presentada en el proyecto Music biocomputing fue "creada como dueto para pianista y biocomputadora". El proceso se basa en la interpretación del pianista, a la cual la biocomputadora genera respuestas musicales en tiempo real, activando el piano mediante una conexión biomecánica. Las respuestas son siempre diferentes –puesto que se trata de un organismo vivo– incluyendo la percusión que la máquina ejerce sobre las cuerdas además de interesantes timbres que obtiene a partir de las variaciones de la máquina en las cuerdas del piano. Una grabación de la pieza está disponible en Soundcloud:

Es fascinante porque el hongo varía siempre en términos de la red que establece eléctricamente, la cual se traduce en este caso en la conducción de vida orgánica bajo configuraciones que resultarán en patrones musicales. Melodías, timbres y variaciones rítmicas producidas naturalmente y sumergidas en un vasto territorio de posibilidades de composición en tiempo real, donde el compositor logra integrarse a procesos celulares, genéticos, algorítmicos, al tiempo que las estructuras orgánicas y biológicas reaccionan a los impulsos mismos de la música. El hongo escucha y responde, dialoga con Miranda, son un dueto.

En un curioso aunque no menos intenso libro de especulación entre ciencia y ficción llamado La Era de las Máquinas Espirituales, Ray Kurzweil –el mismo de la marca de sintes que lleva su apellido–, aunque llega bastante lejos en sus posibilidades de integración entre la inteligencia artificial con respecto a las capacidades humanas, logra entre sus amplias aunque estimulantes consideraciones, comentar un poco de su visión respecto al futuro de la música y la computación.

Según sus predicciones, en las que habla de instrumentos aéreos e inmateriales (como un controlador basado en Kinect) y de la primacía futura que supuestamente daremos a realidades virtuales a las tangibles, comenta que el destino de musical está determinado por la colaboración cibernética, básicamente en dos tipos de músicos: aquellos conocedores del lenguaje musical, músicos en un sentido tradicional del término, y por otro lado los denominados músicos cibernéticos, término bajo el cual incluye Kurzweil a todos los nuevos músicos, entre los que fácilmente podríamos encontrar tanto humanos que no tienen conocimientos musicales propiamente dichos pero, mediante un software pueden crear música (como es de hecho el caso de muchos de nosotros), hasta entidades cibernéticas con mayor autonomía como músicos virtuales y nuevas formas de creación musical desde los procesos bio-neuro-computacionales de los que habla Kurzweil, donde ya no es una novedad crear musica usando la máquina, sino acompañado por la máquina, junto a la máquina

Más allá de si los términos son los que predijo este inventor o no, lo interesante es constatar que, efectivamente, estamos acercándonos cada vez más a nuevos procesos de colaboración tanto con la máquina como con la naturaleza y lo que esto implica en la producción musical. Es tal cual lo que vemos que se están dando en la las formas de musica electrónicas, algorítmicas, generativas, cibernéticas, virtuales, etc, incluyendo nuevas formas de generación, transmisión, reproducción, transformación y aplicación del sonido.

Continuando con Miranda, vale la pena detenernos en la más reciente pieza del proyecto Music biocomputing, la cual sirve de un ejemplo fabuloso de esta cuestión interactiva, dado que va más lejos que la primera, buscando esta vez integrar procesos de percusión y ritmo mediante el juego con el sistema biológico y su contraparte electromagnética, activando cuerdas de un redoblante, platillos y diversos utensilios de percusión, método que sirve también para obtener otros timbres de las cuerdas del piano.

Como comenta Miranda, la interacción con este tipo de organismo implica no poder predecir nunca la música a crearse, algo que no caerá mal en una era donde la física cuántica nos habla por doquier de la sustitución de realidad por probabilidad. Esto es, la liberación de la necesidad de saberlo todo, controlarlo todo y decirlo todo, en vez de ello buscando relaciones y procesos entre las diferentes maneras de decir, controlar y saber.

Hoy en día el paradigma es el tejido, la red, la posibilidad de la interconexión constante, de tal forma que se fecunden nuevos conocimientos, como sucede en el caso de Eduardo Miranda. Es por ello más que meritorio el esfuerzo de music biocomputing en este sentido, en tanto expone una posibilidad inmensa de integración de disciplinas, procesos naturales y lenguajes, que revelan nuevos territorios de la música donde más claro que nunca se sabe por qué es lenguaje universal: no es únicamente porque todos lo podamos hablar, sino porque con todos los lenguajes, la música puede hablar.

Es radical porque, a gran escala, la música hoy en día es más que nunca metalenguaje, red de lenguajes: desde naturales hasta artificiales, poéticos y tecnológicos, científicos y estéticos. Las máquinas fueron creadas a partir de nuestro estudio de la naturaleza. Los instrumentos musicales por su parte, son también una aplicación de dicho encuentro con lo natural y lo misterioso. Pero más allá de servirnos del dato y pregunta de la etnomusicología, podemos hoy plantear la misma realidad desde la música en la era informática, donde las herramientas cibernéticas no solo aparecen en los procesos artificiales, sino también en la interacción de lo artificial con lo orgánico. La inteligencia es cósmica, compartida entre todos los seres vivos, y los mundos venideros seguramente tendrán cada vez esto más claro. Por ello la ciencia ya ha comenzado a trascender a nuevas comprensiones de la energía y la música no habrá de quedarse atrás.

Y es que si el panorama es como sigue, donde lo pareciera un simple organismo, puede delicadamente tocar una compleja tonada musical, a partir de un entrelazamiento de dispositivos que se valen del electromagnetismo, lo analógico, lo digital y algorítmico. Si el moho es consciente de su obra, no nos interesa a fin de cuentas; lo que si pareciera ser completamente asombroso, es que la música pueda liberarse al punto de poder asumirse como muchas tradiciones milenarias: como aquello que resulta de lo comunitario, colectivo y planetario; de la colaboración entre especies, sin importar jerarquías o necesidades, logrando así servir de lenguaje mediador entre lenguajes, conector de disciplinas y fuerzas.

Como comenta Miranda, lo interesante de este proceso es que además de utilizar la creatividad y el arte desde indagaciones científicas, están ellos mismos desarrollando la tecnología para sus creaciones, la cual, consideran debe ser pensada como una forma genuina de explorar la ciencia en cuanto tal, idea íntimamente arraigada en las culturas humanas, por ejemplo en la escuela pitagórica hace más de dos milenios, donde la música era vía de conocimiento, ciencia en todo sentido de la palabra.

Hoy en día la cuestión es mucho más amplia y nuestros avances no solo en términos de maquinaria, tecnología y procesos informáticos acelerados, sino también, y ante todo, en nuestra sensibilidad con respecto a las formas como escuchamos el mundo sonoro, nos permiten transformaciones inimaginables de los intercambios que se dan en lo real. La música que hoy creamos, entre VSTs, DAWs, sintes, tablets, módulos, objetos, grabaciones, instrumentos, y tantos otros elementos, constituye la posibilidad de nuevas comprensiones no solo de la música como arte, sino como lenguaje íntimo de la naturaleza. Y que mejor muestra de estos nuevos alcances de nuestras herramientas, que un teatro lleno de personas interesadas en escuchar un dueto de un moho y un compositor quienes, entre la naturaleza y su complejidad, tejen una música al tiempo azarosa y pensada, generativa y estructurada, con vida propia.

Música del universo y sus fuerzas, compleja danza del magnetismo, la electricidad y los bits de un bio-computador, que sumados al mármol, la madera y el alambre, y explorados de la mano de la imaginación, el lenguaje y el sentimiento musical, logran ante un piano, más que hacer música, dejarla ser. Y quizás de eso se trate, no de producir nuevas canciones, sino de revelarlas, en este caso de una forma realmente sublime, porque, anque los gustos seguramente variarán con respecto a la composición resultante, seamos sinceros: ni siquiera los poetas se habían preguntado por el talento musical de un moho.

Web oficial de Eduardo Miranda

Te puede interesar