Magacín

Pensar demasiado

27/02/2009 por PsicoEscenico

Desde siempre se ha considerado que el pensamiento racional es una de las características que hacen al hombre superior a los animales, aunque lamentablemente la raza humana se empeña cada día en demostrar lo contrario.

Siempre se ha asociado pensamiento a inteligencia. Pero, pensar mucho o mejor dicho pensar demasiado, en ocasiones puede repercutir negativamente en nuestro rendimiento. Hagamos un pequeño ejercicio para poner a prueba nuestra capacidad de concentración y veremos a qué conclusiones podemos llegar en relación a nuestra manera de pensar.

Coge un cronómetro. Durante treinta segundos debes pensar en algo neutro, por ejemplo en un elefante. Durante ese tiempo, ve contando el número de veces que vienen a tu cabeza pensamientos diferentes al elefante.

Continuemos. Ahora durante otros treinta intenta no pensar en el elefante. Esta vez, cuenta el número de veces que aparece en tu cabeza el pensamiento que queremos evitar, el elefante.

¿Resultado?, posiblemente 10-15 veces, o más, que aparecen pensamientos indeseados.

Como habrás comprobado, es imposible evitar pensar en algo de manera intencionada. Si mi objetivo es no pensar en el elefante, hay un porcentaje elevadísimo de que lo piense sin que yo lo busque. De la misma forma, si mi objetivo es pensar exclusivamente en el elefante, aparecerán de manera involuntaria pensamientos que nada tienen que ver con él.

Muy bien ¿y este estúpido ejemplo, a qué conclusiones nos lleva a parte de demostrar que los humanos somos enormemente imperfectos?.

En primer lugar demuestra que es imposible controlar nuestros pensamientos. Por tanto, no debe preocuparme en absoluto que en momentos donde se exige un nivel elevado de concentración, surjan de manera involuntaria determinadas ideas o pensamientos que nadan tienen que ver con la tarea en cuestión.

En segundo lugar, si lo que quiero es evitar pensar en algo, la mejor manera será pensar en otra cosa. Es decir distraer mi atención de lo que quiero evitar y aun así, de vez en cuando aparecerá en mi cabeza aquello que quiero evitar. Intenta no pensar en un limón.....lógicamente todos veis sin quererlo un limón en vuestra cabeza. En cambio, si pensáis en una naranja.......sin querer, el limón ha desaparecido momentáneamente.

En tercer lugar, al plantearnos un objetivo en negativo (por ejemplo no pensar en algo) lo que conseguiré será que mi cabeza esté más tiempo pensando en lo que no tengo que hacer (eso que no quiero pensar), en vez de en lo que sí tengo que hacer (concentrarme en otra cosa). El objetivo debería ser pensar en la naranja, en vez de no pensar en el limón.

Y ¿todo esto en qué nos puede ayudar?.

Muchos de vosotros tocáis en directo y posiblemente en plena actuación os han asaltado pensamientos del tipo, ¿cómo estará sonando fuera?, ¿le estará gustando a la gente?, o pensamientos del tipo “acabo de meter una nota que no tocaba, se han dado cuenta seguro, más de uno se estará riendo de mi”, etc.

Si en plena actuación dedicamos un tiempo excesivo a estos pensamientos, la concentración queda mermada y el rendimiento puede verse afectado. Por definición, estar concentrado es “estar pendiente de lo que toca, de lo importante” y esos pensamientos no son importantes, así que fijarnos en ellos favorece la desconcentración.

Debemos tener un dato más. Si la tarea que nos demanda concentración, dura más de diez minutos, la fatiga empieza a aparecer y favorecerá la aparición de este tipo de pensamientos. Es decir, queramos o no, siempre estarán ahí.

Y, ¿entonces qué hacer para que no repercutan en mi concentración?. Pues muy sencillo. Nada. Igual que han aparecido se irán, a no ser que los retenga en mi mente y los evalúe o analice.

Si no soy capaz de hacerlo, es decir, si no soy capaz de dejarlos pasar, ya que me paro a analizarlos, tengo otra opción. Reenfocar mi atención. Reenfocar es volver a dirigir mi atención a un estímulo relacionado con la tarea que me ayude a centrarme de nuevo en lo importante. Por ejemplo la digitación, o el ritmo, o la posición de mi mano en el instrumento, o el tempo del tema, etc. De esta forma, el pensamiento se irá sin luchar contra él.

Ya que es inevitable controlar mis pensamientos en situaciones de alta demanda en concentración, tendré que aprender a “convivir” con ellos y tener muy claros, cuáles son los estímulos a los que reenfocar mi atención. Para ello, en los ensayos debo buscar esos estímulos y de vez en cuando practicar el reenfoque para poder aplicarlo en directo de forma correcta.

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