El proceso creativo: Un camino dentro de nosotros mismos

24/04/2011 por Juan Ramos

Tal y como yo lo veo existen, por lo general, dos procesos que son los principales en la creación de una obra (de música o de cualquier tipo). El primero es la creación de la idea principal. Este proceso podemos forzarlo con mayor o menor suerte, pero también puede surgir en cualquier momento de manera imprevista. Mencionaba a la suerte porque el azar y el entorno son variables que participan en esta fase, la cual es capturada por nuestra predisposición y receptividad (a veces pienso que hay menos de suerte de lo que parece).

El segundo proceso es la realización y desarrollo de dicha idea, en este proceso influirán, a parte de nuestra imaginación, nuestras capacidades técnicas y toda formación que hayamos acumulado, digerido y asimilado, así como nuestra experiencia.

Sobre esto que expongo, de manera teórica, fui espectador exclusivo hace unas semanas debido a un pequeño accidente, al golpear mi ordenador portátil (no intencionadamente...) y acabar con el cabezal del disco duro y todo lo que en él contenía. Aquello indirectamente dió lugar a una experiencia, para mí muy curiosa, que va a servirme de ejemplo para ilustrar esto.

No era mi ordenador principal y de las cosas más importantes había realizado algunos backaps. Pero en él se encontraba el esbozo de un nuevo tema que llevaba aparcado unos meses, se trataba de un proyecto personal y estaba esperando encontrar un hueco para finalizarlo. Era un tema largo y complejo y aunque recordaba la idea generatriz, mi memoria, de la que no puedo presumir, era incapaz de recapitular todo el desarrollo y arreglos que ya llevaba escritos. Al menos eso creía yo.

Como la idea, lo único que recordaba (apenas dos compases), me parecía lo suficientemente buena (era lo que inspiraba el resto de la obra) decidí volver a empezar, intrigado por el rumbo que tomaría esta vez mi desarrollo. Bien, pues al terminar, no sólo el número de paginas era el mismo si no que el contenido también lo era. No podía comprobarlo, ya que la versión anterior se había perdido, pero lo sabía. Lo iba sabiendo conforme rellenaba cada línea en cada pentagrama, era una sensación curiosísima, ya que contemplaba, como realizador y espectador al mismo tiempo, la manera en que se repetía dentro de mí todo el proceso creativo. Un camino me llevaba a otro, las decisiones iban surgiendo induciéndose unas a otras. Cada elemento me hacía recordar porque colocaba el siguiente y no otro, como adoptaba una idea y rechazaba otra.

En cierta manera era como observarme componiendo a vista de pájaro. El "déjà vu" que se producía al pisar cada una de las huellas que había borrado mi memoria era, en parte, la responsable.

Esto me hizo ser más consciente de algunas cosas. La más importante era, que la idea principal del tema, aquella que recordaba, había sido originada por variables que yo no podía controlar ni volver a reproducir. Si hubiera olvidado esa idea inicial nunca hubiera podido recuperar el tema.

Lo siguiente fue observar desde muy cerca (más cerca creo que era imposible...) como las variables que se pueden dar al desarrollar esa idea generatriz son mucho menos aleatorias y se cuecen completamente dentro de uno mismo, por lo que es muy fácil que repitan siempre un camino similar a partir de ese principal impulso. A menos que algo dentro de nosotros cambie con el tiempo, ya que las personas cambiamos, avanzamos (retrocedemos), aprendemos, nos cansamos de usar los mismas elementos, nos divorciamos de algunas convicciones, etc..

Los grandes artistas son grandes generadores de ideas. Personas receptivas capaces de filtrar, combinar y transformar aquello que sucede en su entorno y dentro de ellos. Al mismo tiempo son gente con una técnica capaz de darle forma a todo ello y desarrollarlo, haciendo uso de herramientas que con el tiempo han adaptado a su estilo y personalidad.

(También, y no menos importante, son individuos que disponen de tiempo para poder dedicárselo a esto, algo a lo que no todo el mundo por desgracia tiene acceso)

Me gustaría acabar diciendo que, en ocasiones, se invierte este proceso y de ideas simples surgen desarrollos que son grandes ideas en sí mismas, es decir, caminos algo más “inesperados” que no forman parte de la rutina de realización del compositor (algo bastante presente en la historia de la música clásica) y que hacen que se encienda esa bombilla sobre nuestras cabezas.

Cambiando la perspectiva es fácil confundir ambos conceptos y yo tampoco, ni mucho menos, voy a defender a capa y espada que esta sea la única manera de verlo. Son procesos que ocurren dentro de nosotros y cada uno puede contemplarlos son sus propios ojos e identificarlos a su manera.

En clase de música nos enseñan a desarrollar pero no a tener ideas (al menos directamente) ¿Tener ideas es algo que se pueda enseñar?. Para tener ideas es necesario otro tipo de cosas, muchas no necesariamente relacionadas con la música... Precisamente estoy pensando que quizá esta sea una buena idea ;) para otro artículo en los blogs de Lenguaje Musical y Musicalisis

 

Juan Ramos

www.musicalisis.com

www.juanramos.es