Olvídate de registrar música hecha sólo con IA (de momento en EEUU)
No hace falta decir que el mercado musical norteamericano es colosal e influyente. Tampoco hace falta decirlo respecto a ASCAP, BMI y SOCAN, tres agentes en gestión de derechos de obras musicales igualmente colosales e influyentes. Ayer mismo, las tres gestoras han anunciado de forma sincronizada en sus canales de información que comparten y aplicarán una misma visión respecto a las obras en cuya gestación interviene la IA: registrarán obras musicales 'parcialmente' generadas con apoyo de inteligencia artificial, y denegarán el registro de obras íntegramente creadas con IA. Un movimiento que no sería extraño sigan otras muchas en todo el mundo.
No es, desde luego, el de la música el único sector que ve con justificada incertidumbre el modelo de convivencia con la IA. Y puede que haya otros aún más amenazados en estos momentos. Pero la definición de esa creación mixta en el comunicado es poco precisa, necesariamente. Se trataría de una obra que combine elementos generados por el ser humano con otros creados mediante IA. Una definición muy abierta, y un criterio tan difícil de discriminar ante obras concretas como podéis imaginar. Pero que será el que las haga admisibles para el registro y la consiguiente vigilancia de sus derechos. Una imprecisión y un criterio que guardan paralelismos, por ejemplo, con lo establecido por el Tribunal de Justicia de la UE en relación al uso de fragmentos de música grabada mediante sampling.
Entre los argumentos que señalan para la defensa del registro de esas obras parcialmente IA está el que siempre las herramientas disponibles han intervenido en la forma en que los autores desarollan su labor. Sin embargo aprovechan el comunicado también para manifestar que defienden que las empresas de IA no deben estar legitimadas para entrenar sus modelos a partir de música generadora de derechos sin contar con la autorización y correspondiente abono de una compensación. Incluso se habla literalmente de que se trata de 'robo' en caso contrario.
Los efectos prácticos de esas palabras no quedan nada claros. Apoyar, como se dice, "que las leyes den prioridad a los seres humanos, y las compañías tecnológicas sean justas y respeten los derechos de los creadores” no es tarea sencilla. Ni en el aspecto legal, aún pendiente de desarrollo, ni en las formas prácticas de valorar cuándo hay un suficiente elemento humano en una obra.
Y una sensación general, aunque sea una percepción personal (no os cortéis en dar la vuestra): en términos de atletismo, por muy veloces que queramos ir, la IA nos ha ganado en la salida. Nos lleva, sin aparentes frenos, unos cuantos cuerpos de ventaja. Y más allá del caso concreto de estos derechos, interviene tan decisivamente en elementos que han conformado la idea de lo que nos hace humanos, que tantas prisas pueden estar no permitiendo ver si existe un abismo en la meta que empobrezca a muchos de los miembros de nuestra especie (y no lo digo por lo económico). Otros saldrán reforzados, sí. Pero, ¿cómo quedará el balance global? La defensa: seguir empeñados en saber, en crear y en saber crear. Sin y con IA. Tampoco que Bach o Bartok (o tantos hispasónicos) lo hagan mucho mejor que yo me retrae de tocar y de hacer canciones. Menos me va a retirar de ese empeño una IA.
Podéis consultar el comunicado en castellano en la web de BMI.