Algunos desastres de la NASA

NASA

Elevar un cohete al espacio requiere un proceso complicadísimo y minucioso, y la actual efectividad de estos aparatos se ha conseguido a base de cientos y cientos de anteriores fracasos. Como nota anecdótica, recordemos una frase que murmuró el pionero americano en cohetería Robert H. Goddard tras una desastrosa prueba en el Rancho Mescalero de Nuevo México: "...bueno, ahí van diez mil dólares en humo ". Casos como este son incontables y reflejan el arduo trabajo que ha costado desarrollar una tecnología aeronáutica relativamente fiable.

JUGANDO PELIGROSAMENTE CON GRISSOM - 21/07/1961

Este caso puede parecer cómico (y de hecho lo es), pero pudo haberse complicado hasta hacerlo trágico. Gus Grissom, un hombre recio y pensativo, efectuó una salida al espacio con la Mercury 2. El día era claro, y el vuelo fue perfecto... hasta que Grissom llegó de vuelta al océano.

Mientras aguardaba al equipo de recuperación, la escotilla de escape de su cápsula se accionó prematuramente, y el Atlántico entró en tromba en ella. Grissom consiguió escapar de la cápsula que se hundía, sólo para verse hundido en el agua por el viento descendente de las aspas de un helicóptero de rescate. Para apilar insulto sobre injuria, el helicóptero se concentró en tomar fotos del impotente astronauta, mientras otro aparato intentaba sin éxito salvar la cápsula llena de agua. Otro helicóptero pasó por encima de él; finalmente, un cuarto aparato rescató al empapado viajero espacial.

EL APOLO 1 - Febrero de 1967

El primer vuelo Apolo pilotado fue programado originalmente para 1966, pero retrasos en las pruebas de los módulos de mando y servicio ocasionaron un aplazamiento. Al fin, a principios del 67, el CSM fue perchado encima de su cohete para las pruebas en la plataforma de lanzamiento. Si todo iba bien, el despegue se produciría unas tres semanas más tarde.

En las semanas anteriores al lanzamiento, la tripulación prevista para volar en el Apolo 1 -Roger Chafee, Gus Grissom y Edward White- empezó a sentirse cada vez más frustrada por todos los fallos. En un momento determinado, Grissom colgó un limón en la nave para expresar su descontento. Incluso cuando los tres astronautas fueron sellados dentro de la cabina y se iniciaron las comprobaciones prelanzamiento, los problemas persistieron. Las interrupciones en las comunicaciones fueron tan exasperantes que finalmente Grissom exclamó: "¿Cómo demonios vamos a llegar a la Luna si ni siquiera somos capaces de hablar entre dos edificios? ".

Cuando llevaban aproximadamente cinco horas y media de pruebas, Roger Chaffe dijo por la radio, en un tono casi casual: "Fuego, huelo fuego ". Siguió una oleada de movimiento en la cabina, luego Chaffee exclamó: "Tenemos un mal fuego aquí. Estamos ardiendo aquí arriba ". Luego no se oyó nada en la cabina excepto un frenético golpear contra las paredes y gritos que nadie en la plataforma de lanzamiento pudo entender. Sesenta segundos después de la primera palabra de Chafee, una sección del módulo de mando estalló en una violenta explosión de humo y llamas. Cuando alguien pudo llegar hasta donde estaba la tripulación, los tres hombres estaban muertos por asfixia.

Aunque nadie pudo señalar la causa exacta del fuego, los investigadores llegaron a la conclusión de que el cableado del módulo de mando había sufrido un cortocircuito, generando una chispa que había prendido en algún material aislante. En la presurizada atmósfera de oxígeno puro de la cabina, los materiales de la nave habían ardido explosivamente.

Muy poco antes del accidente, un extrañamente profético Gus Grissom había comentado: "Si morimos, deseamos que la gente lo acepte. La nuestra es una ocupación arriesgada, y esperamos que si nos ocurre algo esto no retrase el programa. La conquista del espacio merece arriesgar algunas vidas ". El retraso fue de hecho inevitable, aunque este comedimiento benefició la prevención de futuros desastres como éste.

EL MALDITO 13 - Abril de 1970

En medio de una política de recortes presupuestarios, el Apolo 13 hizo renacer el interés hacia el programa espacial, pero no de la forma que se pretendía. El 13 de abril, mientras la nave se acercaba a la Luna, la tripulación, formada por James Lovell, Fred Haise y Jack Swigert, oyó una fuerte detonación y notó que el módulo de mando temblaba. Inmediatamente se dieron cuenta de que dos de las tres células de combustible en el módulo de servicio habían quedado muertas. Su primera reacción fue de simple decepción, porque las reglas de seguridad prohibían un alunizaje con sólo una célula de combustible en funcionamiento. Pero cuando averiguaron más sobre la situación, su preocupación se hizo más profunda: tendrían suerte si conseguían regresar a la tierra.

No sólo dos células de combustible habían quedado fuera de servicio, sino que también uno de los depósitos de oxígeno del módulo de servicio había perdido todo su contenido, y el otro estaba dejando escapar rápidamente su oxígeno al espacio. Puesto que las células de combustible necesitaban oxígeno para generar electricidad, la tercera célula de combustible quedaría también muerta muy pronto. En pocas palabras, el módulo de servicio, que era el que proporcionaba en último término el oxígeno, el agua y la electricidad al vehículo, estaba a punto de fallar por completo.

Más tarde se averiguaría que una manipulación inadecuada del depósito de oxígeno durante el proceso de fabricación había dañado sus interruptores y su cableado, controlados termostáticamente. Durante el vuelo, los interruptores dañados permitieron que las temperaturas en el depósito alcanzaran por encima de los 500 grados centígrados, quemando el aislamiento de los cables y causando finalmente un cortocircuito. Con el oxígeno en estado gaseoso, el resultado había sido una enorme explosión. La explosión dañó el otro depósito de oxígeno, dejando al módulo de mando terriblemente lisiado.

Los astronautas y el equipo de tierra se dieron cuenta de inmediato que el único vehículo a su disposición del que podían depender era el módulo lunar. Disponía de suficiente oxígeno, agua y electricidad para mantener a dos personas durante unas cuarenta y cinco horas en la Luna. Para volver a casa, la tripulación tendría que estirar estas provisiones para que duraran el doble de tiempo a los tres miembros. Puesto que necesitarían el módulo de mando con su escudo protector para la reentrada en la atmósfera de la Tierra, los astronautas sellaron sus depósitos de oxígeno y cortaron la energía para conservar sus baterías. Luego el trío se arrastró al interior de su bote salvavidas. Lo primero que tuvieron que hacer fue establecer una trayectoria que los llevara de vuelta a la Tierra tan pronto como fuera posible. El cohete del módulo de servicio no funcionaba, así que las maniobras deberían realizarse con el motor de descenso del módulo lunar. Los controladores del suelo trabajaron las veinticuatro horas del día calculando nuevos procedimientos para esta tarea no anticipada. Pero los nuevos procedimientos hicieron el truco, y el accionado de los motores tuvo éxito: el Apolo 13 giró alrededor de la Luna y se encaminó de vuelta a casa.

Durante el viaje, desconectado el sistema de calefacción para ahorrar energía, las temperaturas dentro de la nave descendieron hacia el punto de congelación. Para conservar el agua, los hombres no bebieron casi nada; la deshidratación resultante hizo que James Lovell perdiera más de seis kilos de peso. Tenían problemas para dormir, y la fatiga minó tanto sus espíritus como su eficiencia. Mientras tanto, la gente de todo el mundo seguía ansiosamente su vuelo, que antes del incidente se había considerado como rutinario y no había llamado la atención de ninguna cadena de TV. Cuando estuvieron cerca de la Tierra, los astronautas se arrastraron de vuelta al módulo de mando y lo pusieron en marcha con la carga que quedaba en sus baterías. Soltarón el módulo de servicio, y contemplaron maravillados cómo se alejaba flotando y revelaba todo uno de sus lados hecho pedazos. El siguiente en desprenderse fue su bote salvavidas, el módulo lunar. Unos pocos minutos más tarde, el módulo de mando, solo, reentraba en la atmósfera de la Tierra.

Irónicamente, el vehículo amerizó más cerca del barco de recuperación que ninguna otra cápsula Apolo hasta la fecha.

EL CHALLENGER NO SUPERA SU DESAFÍO - 18/01/1986

El tristemente famoso vuelo del Challenger (Desafiador) constituyó un terrible recordatorio de que, aunque el vuelo espacial hubiera empezado a parecer algo de rutina, seguía siendo de hecho una empresa peligrosa.

El lanzamiento pareció perfecto aquella fría y brillante mañana de enero. La tripulación incluía a Christa McAuliffe, la primera maestra de los Estados Unidos en ir al espacio, así como el comandante Francis R. Scobee, el piloto Michael Smith, y los especialistas de la misión Judith Resnick, Ellison Onikuza, Ronald McNair y Gregory Jarvis. El Challenger se elevó de la costa de Florida en un despegue tan perfecto que los controladores de la misión ignoraron al principio la advertencia del ordenador -una pantalla que de repente quedó congelada- que les advertía de que algo había ido muy mal.

Setenta y tres segundos después del despegue, la lanzadera estalló de pronto en una nube de ardientes restos (foto de este weblog), haciéndose pedazos cuando sus depósitos de combustible se incendiaron. Los siete astronautas sobrevivieron a la explosión y murieron en la terrible y larga caída al océano. Puede que tuvieran una brevísima advertencia, apenas unas décimas de segundo, del desastre: las últimas palabras del piloto Smith fueron un simple "oh-oh ".

Más tarde los investigadores descubrieron que los gases ardiendo se habían filtrado fuera de uno de los impulsores del cohete, escapando a causa de que unas abrazaderas sellantes en la unión de popa del cohete habían adquirido rigidez a causa del frío y así no habían sellado como hubieran debido hacerlo. La comisión descubrió también que al menos algunos de los encargados de la toma de decisiones en la NASA habían sabido desde hacía años de los problemas de las abrazaderas, pero no los habían corregido. El día del despegue del Challenger, los ingenieros de la Morton Thiokol, la fabricante de los impulsores cohete a combustible sólido, se habían opuesto al lanzamiento con un tiempo tan frío debido precisamente a ese riesgo. Sus objeciones fueron desoídas por los directores tanto de la Thiokol como de la NASA.

DRAMÁTICA REENTRADA DEL COLUMBIA - 1/02/2004

El vehículo orbital 102, también denominado Columbia en honor al primer balandro americano que circunnavegó la Tierra, era el más antiguo de los seis shuttles o lanzaderas, y el primero de ellos en orbitar la Tierra allá por 1981.

Esta fue la última comunicación por radio del Columbia:

- Control de la Misión: "Columbia, aquí Houston. Hemos visto los mensajes sobre la presión de los neumáticos y no hemos recibido la última ".

- Columbia: "De acuerdo... eh "....(en este momento la transmisión se corta después que uno de los astronautas comienza a decir algo ininteligible).

El Columbia explotó en miles de pedazos a más de 60.000 metros de altura, en la reentrada a la atmósfera. Los fragmentos quedaron esparcidos en un área de 500 millas bajo el cielo de Texas y Louisiana. La causa de la explosión se produjo dias antes, en el despegue, con la caída de un objeto que dejó dañado el escudo térmico del Columbia. Este escudo cedió por completo en el momento crucial y dejó la nave expuesta a las altísimas temperaturas de la reentrada, produciendo su desintegración.

"Espero que puedan sentir la energía positiva que irradia todo el planeta, mientras nosotros lo sobrevolamos". Es la parte final del mensaje electrónico enviado por Laurel Clark -astronauta del Columbia- a sus familiares y amigos, un día antes de su muerte.

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