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Los fantasmas de la escucha: una introducción al arte sonoro

Richard Garet. Before Me. Museum of Modern Art, NY. 2012.

"El sonido evoca; es un fantasma, una presencia cuyo lugar en el espacio es ambiguo y cuya existencia en el tiempo es transitoria. La intangibilidad del sonido es siniestra –una presencia fenoménica tanto en la mente, que es la fuente de la cual parte, como alrededor suyo– y es por eso que se hace imposible distinguir del todo entre lo que se escucha y lo que se alucina" – David Toop

¿Qué es el arte sonoro? Para algunos, un asunto bastante complicado, para otros, risible. Tantos lo aceptan, tantos lo rechazan, tantos lo desconocen o afirman, que se vuelve un relato curioso ya por su concepto, porque pareciera estar y no estar. Así, decir 'arte sonoro' es mencionar un término que aunque aparece, se oculta, como un mito. Tomémoslo como un relato, eso del 'arte sonoro', de tal modo que pueda asumirse como un concepto amplio, ambiguo, tan misterioso y esquivo como el sonido mismo, a su vez tan fascinante, abierto y plural, como lo es también la manifestación sonora. A ratos su definición se complica también porque lo enfrentan y comparan a la música o a las artes plásticas, situándolo en algún lugar entre ambas, pero ese no es un lugar propio. ¿Será que lo tiene? Intentemos explorarlo, dado que como tiene su propio dominio, su propia materia, su propia red de relaciones y ambigüedades, no es descabellado que tenga su propio arte.

El fantasma de la escucha

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En una entrevista con la escritora Daniela Cascella, al pedirle una definición del arte sonoro, ella construye una fábula: el arte sonoro es una aparición misteriosa entre muchos mundos y situaciones. Aunque algunos "parezcan embrujados por éste hasta el punto de negarlo", dice Cascella, "es un fantasma que no puede ser ignorado, sin importar lo muy molesto y enervador que pueda ser". La escritora apunta con ello a una concepción de los oyentes y artistas sonoros una especie de puentes entre mundos, como quien canaliza un fantasma aunque no comprenda su procedencia. Y la naturaleza transitoria, evanescente y no ubicada que tiene el sonido, que le permite de alguna forma tocar hondo en quien escucha, hace del oyente/artista un filtro de un impresionante flujo de situaciones que tienen como punto de partida y punto de llegada, el hecho de la escucha, entendido aquí como una forma atenta de desvanecerse con el sonido.

Precisamente, junto a la propuesta de Cascella, resuena también el músico y escritor David Toop, dado que la idea de este oyente evanescente y fantasmal, de alguna manera lo sitúa como un perseguidor de lo que el autor propone como 'resonancia siniestra', cuya base es asumir la presencia del sonido como la de un fantasma, silente incluso, del cual el oyente es un ente capaz de captar el sonido en lo audible, pero también lo visual, pictórico, narrativo, fantástico. En esta concepción, "quien escucha con atención es como un medium que descorre la sustancia de lo que no está del todo allí", cada oyente se hace un artífice de una ilusión aural, un imaginario auditivo que se mezcla de alguna forma como una manifestación física. Al ser tan misterioso como percibido, el sonido establece en nosotros una relación ambigua donde "escuchar es, después de todo, una forma de la escucha furtiva".

El arte sonoro sería en este sentido un fascinante mito que, al no agotarse en las necesidades de la mente racional y categórica, abre su propio nicho; siempre variable, siempre transitorio, saltando como un fenómeno físico pero en última instancia reflejándose también en una ausencia fantasmagórica y sutil. Dice Toop:

"La naturaleza aérea del sonido, y por extensión de la música, siempre implica algún grado de insustancialidad e incertidumbre, algún potencial para la ilusión o la decepción, cierta ambigüedad entre la presencia y la ausencia, lo lleno y lo vacío, el encantamiento y la transgresión. A través del sonido se cuestionan los límites del mundo físico, incluso amenazados o destrozados por la inestabilidad"

Por ello quizás la tarea de introducir a este panorama no sea la de tejer un relato cronológico, ya que no basta con recopilar nombres y autores para ver como se ha evolucionado en la concepción de lo que se ha venido llamando ‘arte sonoro’, eso ya bien lo han hecho, incluso en vídeo, como se expone a continuación:

En el presente texto, nuestro interés radica en indagar por la pregunta central de este arte, la de la dimensión aural y sonora, donde adopta una perspectiva abierta y comienza a superar las fronteras de lo musical, para abrirse campo lo inter-disciplinar, donde el sonido se reconoce como aparato ante todo, sonoro, y de allí crítico, estético, cultural, poético, socio-político por el hecho de preguntar en su mito de la forma en que lo hace y además constituirse en su práctica como una inter-conexión de prácticas y conceptos propios de otras artes y disciplinas.

"La apertura del sonido y las artes plásticas a nuevas formas generativas de expresión, lo que algunos puristas calificarían como una contaminación entre las artes, ha introducido el concepto de mezcla, fusión, hibridación, o artes intermedias en una esfera global en la cual las denominaciones quedan tan difuminadas que implica un riesgo el calificar alguna actividad con una etiqueta pre-determinada." – Javier Ariza

Por ello no nos satisface aquí definirlo por la historia, sino por lo que sucede, perspectiva desde la cual eso que llamamos 'arte sonoro', aunque cuya emergencia tiende a ser situada en diversos compositores, ingenieros, artistas, investigadores o críticos, no es posible decir cuando comenzó o qué es en rigor. Además, como comenta el artista y escritor Alan Licht, "el arte sonoro mantiene la distinción de ser un movimiento de arte que no está atado a un específico período de tiempo, locación geográfica o grupo de artistas, y no fue nombrado sino hasta décadas después de que sus primeras obras se produjeran." Esto es importante, porque sugiera que el término como tal nace de prácticas y procesos que ya circulaban como una construcción histórico-cultural desde tiempo inmemorial, haciendo de su definición una necesidad secundaria y claramente abierta.

Sería aquí admisible creer que su definición poco importa para su existencia, de la misma forma a como la explicación de un fantasma, no necesariamente quita el susto. Esto implica una forma de valorar el sonido, de explorarlo en una dinámica diversa y con sus propias leyes de funcionamiento, donde lo que llamamos sonido es de por sí una construcción ambigua que aunque se presenta de forma aérea en el espacio físico, es también un fruto del imaginario de la escucha, donde lo que entendemos por sonido se construye también de lo intelectual y etérico, de las pasiones y los miedos, de las emociones y los mundos de la imaginación. El sonido es inmaterialmente material, inexplicablemente exacto, es una materia extraña.

Los sonidos son más cercanos a los sueños que a las realidades, lo cual hace que cualquiera de sus artes, siempre sea tan ilusoria como real, inmaterial y tangible, precisamente porque la naturaleza de los sonidos implica transición, paso, relación, actividad, verbo, movimiento constante. El sonido, continúa Toop, es "más cercano a los pensamientos, las emociones, los recuerdos y las sensaciones que a los objetos tangibles y las afirmaciones del mundo conocido, el sonido se desliza dentro del territorio de la mente para colonizar profundidades desconocidas e insinuar futuros posibles". En este sentido lo que llamamos sonido, aunque se manifiesta como fenómeno elástico y material que puede medirse en frecuencias y registrarse con grabadoras, ha sido escuchado y pensado, de muchas otras maneras. El fenómeno sonoro es en su naturaleza un evento plural, lleno de múltiples definiciones, presente en múltiples direcciones. Esto hace que sea siempre un espacio siniestro, fantasma, imaginario, logrado por un montón de fenómenos que solo tienen sustento en el sonido.

El 'arte de lo sonoro', al ser un concepto mucho más nuevo y basarse en gran medida en ciertas reflexiones sobre el sonido, logra una depuración y flexibilidad nueva ante las demás disciplinas, artes y ciencias donde se explore el sonido. Al partir desde el reconocimiento de su pluralidad, encontrada tanto en el mito como en la poesía, en los recuerdos o en la arquitectura, este 'arte del sonido' es fruto de muchas épocas, una construcción dinámica en sí misma. Por ello se abre no solo a utilizar el sonido para crear, sino a reflexionar sobre el mismo, continuando indagaciones de las ciencias, de la música y otras artes, de las humanidades, etc, sin dejar de integrarse a lenguajes, simbólicos, matemáticos, metafóricos, etc, y de paso reconociendo el fenómeno sónico como espacio múltiple, que no necesita de discurso, pero al rededor del cual se pueden generar una gran cantidad de estos.

Esta exótica galería de definiciones del sonido, le permite ser concebido desde muchas perspectivas, por lo que para poder hablar de un 'arte del sonido', se hace necesario condensar una definición abierta del sonido mismo, de tal manera que pueda hacer su propia metamorfosis, transformarse a su antojo y no depender de alguna de sus versiones. Sería este un proceso que tiende al 'sonido' pero nunca lo alcanza. Es una cuestión inagotable que conduce al 'arte sonoro' a cobrar un sentido de pregunta, de apertura que lo ubica como forma de arte en varios contextos artísticos que se dirigen a un universo de manifestaciones sonoras. El teórico Douglas Kahn, prefiere por ello hablar de 'sonido en las artes' más que de 'arte sonoro', por tanto en nuestra búsqueda de definiciones abiertas, cae bien su perspectiva, ya que su concepción del sonido implica una apertura notable donde éste es asumido como general en "sonidos, voces y auralidad – todo lo que podría caer entre y en contacto con el fenómeno auditivo, tanto si implica eventos sónicos o auditivos reales o ideas sobre el sonido o la escucha; sonidos oídos en la realidad o en el mito, en la idea, o la implicación; sonidos oídos por todo el mundo o imaginados por una persona; o sonidos conforme se fusionan con lo sensorial en conjunto”.

Estas manifestaciones de 'arte relacionado al sonido' se encontrarían así paseando entre diversos campos del saber, logrando reflejar nuevas relaciones y manifestaciones, y permitiendo ahondar en nuevas perspectivas, al tiempo que se reconocen consecuencias inter-sensoriales, donde lo sonoro afecta lo que se ve, lo que se vive y lo que se es. La escucha revela en este caso materialidad sonora omnipresente que nos permite conocer, definir y utilizar el sonido para una amplia variedad de cosas: desde hablar y comunicarnos, hasta crear músicas, diseñar sonido, combatir guerras y orar a los dioses. Con el sonido se hace mucho, se cuenta la historia. Para entender entonces un 'arte sonoro' habría ante todo que dirigirse al sonido en su múltiple condición material, fáctica, como un encuentro de perspectivas que se descubren en su intrínseca relación con procesos musicales, de diseño sonoro, de ingeniería, arquitectura, asuntos socio-políticos, estéticos, etc, revelando una especie de continuo insubstancial de vibraciones que se extienden como ondas, chocando y relacionándose en múltiples direcciones, y a su vez resuenan como partículas que se entrelazan en el tiempo, con diferentes intensidades y en variables frecuencias, para generar una infinidad de espectros auditivos que cumplen un sin fin de labores; desde gobernar hasta enamorar.

Materia y fluidez temporal

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Esta extraña materia sonora que bebe del tiempo para expresar, contener, disolver, romper o enlazar perspectivas, ideas, cosas, realidades, situaciones. Esta misma materia que de alguna manera expresa palabras, lenguajes, culturas y puede permanece latente como una especie de entidad que pulsa entre el tiempo, el olvido, la materia, la forma, la memoria, el sentimiento y la ensoñación. Esta rara materia sonora, es como tal un fruto de nuestros procesos de la escucha, dado que sería en este caso nuestra manera de escuchar, la responsable de nuestra apreciación del sonido en cualquier lugar de la consciencia, tanto inmaterial como material. Cualquier valor que buscamos en los sonidos, cualquier lenguaje que pretendemos encontrar en estos y toda forma que encontremos a la mano para encasillar lo escuchado, no es la escucha en sí, sino un molde, un derivado de la misma, un lenguaje y un código, un modelo de lo sonoro fruto de un marco de referencia a través del cual filtramos lo escuchado y construimos sus posibilidades cognoscitivas, sensoriales, imaginativas, intelectuales, espirituales, culturales, etc.

En este proceso, la escucha, en raíz, es callada, es silencio, por eso es fundamental, porque es un dejar ser, más que un pretender ser, es una manera de ausentarse para tomar presencia en lo sonoro, pudiendo desde allí asumir cualquier tipo de perspectiva y viajar entre las diferentes concepciones sin necesidad de ninguna. En esta apertura de la escucha como proceso unidireccional, a una forma múltiple de la misma, es donde se puede conocer esta materia sonora en su dinámica, generando un estado más abierto del sonido que lo muestra como forma libre y plural. La filósofa Carmen Pardo, entre sus intensas reflexiones sobre la obra de John Cage, expresa esta forma de escuchar, en su caso como un proceso de "transformar los oídos para dejar ser a los sonidos", logrando lo que ella llamará "una escucha oblicua; la escucha que atraviesa las representaciones del pensamiento". Con ello invita a una forma de escuchar que surge como un proceso de inmersión en un constante devenir, donde "tender el oído al sonido, escuchar, requiere primero auscultar el sonido y el pensar, aunque sea tan sólo para dejar ser al sonido". Tal apertura de la escucha nos permite pasear entre lenguajes y perspectivas, entrelazar concepciones, imaginaciones. El mito es aquí dinámico, transitable, por tanto permite asumir el fenómeno bajo una multiplicidad de procesos: el sonido en sí mismo, en su contexto, en la materialidad, en la epifanía, en la experiencia física, en la ilusión, o en donde sea que este se presente.

Lo importante a rescatar en nuestro caso es que el 'arte sonoro' bebe de forma abierta de todas las tendencias posibles en las que apuntemos al sonido, pues es en la apertura misma de la escucha donde fundamenta su proceso. Esto hace que el arte sonoro aparezca en muchos lugares y de muchas maneras, como un rumor que circula entre la escultura, la instalación, el arte visual, el radioarte, la poesía, la composición, lo conceptual, entre otras prácticas que revelan una tendencia a manipular, organizar, dividir, ensamblar, deconstruir, unos llamados 'sonidos' que se presentan en un continuo de eventos, un flujo de un algo que podría denominarse 'materia sonora', sugiriendo cierta maleabilidad del sonido que puede darse tanto desde lo físico como desde lo onírico, generando una paradoja interesante, una irrealidad-realidad que hace de la materia sonora un elemento bastante peculiar, capaz de arreglárselas para hacer que los eventos que se enlazan para formar la denominada 'materia sonora', siempre tengan algo misterioso en su evidente o sutil aparición.

En gran parte, podría decirse que las 'artes del sonido' toman en su base la pregunta abierta por la materia sonora, apuntando a un algo que tildamos de 'sonido', pero cuya manifestación no se agota en la explicación racional, sino en una especie de punto variable donde pueden converger y fecundan mutuamente varias perspectivas, de paso liberando al sonido del dominio de determinados lenguajes, de tal forma que pueda aprovechar otras relaciones posibles que existen hacia, desde y en torno la manera en la cual se concibe lo sonoro en cuanto tal, significando esto en la confluencia de un sin fin de agentes que sin importar su profesión, reflexionan sobre la condición material del sonido.

Por ejemplo, en el diseño de sonido encontramos una predominante preocupación narrativa y emocional con los materiales sonoros, aplicados a una determinada historia, a un panorama visual, a una emoción concreta que pretende contarse mediante los denominados 'efectos sonoro' presentes en el cine. La música, por su parte, se puede construir desde diferentes esquemas, códigos y perspectivas sobre los cuales la 'materia sonora' se asume en su posibilidad de ser analizada, estructurada, moldeada, trabajada, etc. Pero ahí no acaba: en los discursos políticos también se moldea la materia sonora, igual que en el llanto de un bebé, en las gotas del mar que llegan a la orilla, en la forma como se educa a un grupo de chicos, en la manera como nos comunicamos. En todo y a través de todo, encontramos sonido, apareciendo su realidad en una amplia variedad de entornos, seres, voces, pueblos, historias, culturas, acciones, ideas. Su materialidad es por ende, inagotable.

Ahora bien, el 'arte sonoro' en este sentido podría ser la disciplina que busca indagar y escudriñar lo sonoro en pro de llamar la atención acerca de sus procesos. Sería una especie de 'post-música', como comenta Francisco López, no en sentido de ser una evolución cronológica de la música, sino un estado crítico de la misma que se abre al reconocimiento de una disciplina paralela donde el sonido vaya en busca de si, además de entrar en diálogo con otra serie de procesos y disciplinas donde también encuentra su posibilidad. En este caso arte sonoro y música no tienen porque competir ni chocar, sino interactuar, además de hacerlo con otros campos del saber. El 'arte sonoro' tiene esa particularidad de ser nómada y peregrino, siempre en busca del momento presente, siempre en una exploración abierta a las relaciones del mundo.

El sonido se abre de esta manera a la concatenación de sus diferentes definiciones y formas de ser, incluyendo incluso valores estéticos que normalmente serían del dominio de la arquitectura, la pintura, la escritura, etc, pero aquí replanteados dada la materialidad del sonido, siempre en tránsito, siempre en movimiento. Esto expone la materia sonora a una estética plural e indeterminada que se alimenta de la condición material del sonido para indagar en su textura, cuerpo, masa, morfología, superficie, dinámica, de tal forma que permite una reducción hacia lo sonoro en sí mismo, a su consideración concreta y cuasi-plástica, donde se puede plantear como escultural, concreto y acusmático. Sin embargo, todos estos conceptos deben entenderse desde una perspectiva nueva que no pretenda ni limitarlos a una analogía con lo sólido y tangible, a su vez cuestionando los valores que otorgamos a estas nociones de lo que son las cosas, cómo se conectan y qué las constituye. Es un grave error considerar la materialidad del sonido en los mismos términos que utilizamos para acercarnos al mundo de los denominados objetos (sólidos, tangibles, etc), como si se tratara de 'cosas', dado que en el sonido estamos en realidad lidiando con fantasmas, que se esfuman sin dejarse atrapar, situación que plantea una nueva relación con la percepción misma.

Podríamos decir con esto que el 'arte sonoro' aparece como un proceso dinámico en el devenir de la historia que no presenta una necesidad categórica en términos de su materia estética para permitirse plantear una nueva relación con el mundo, el artista y la obra de arte; con su propio discurso, que aunque aparece como vacío de lenguajes y procesos concretos, de alguna manera termina igual apareciendo en la superficie y en la memoria, recorriendo los sentidos y las ideas, afectando los cuerpos y las masas. Sonando, re-sonando y jugando en la laberíntica cultura aural, es donde el 'arte sonoro' se libera de cargas y puede salirse del contexto de concierto, de instrumentación o de lenguaje, para lograr un estado de constante regeneración que lo hace posible como espacio abierto, de eventos, ideas, encuentros, sociedades, manifestaciones y formas de interacción que van desde la experiencia cotidiana de la escucha hasta un proceso de performance, desplace e interacción con diferentes dimensiones de la realidad en la fluidez de su arte. Un perfecto ejemplo ante esto es el trabajo excepcional del equipo de Tsonami, un festival internacional de arte sonoro que viene en los últimos años, reuniendo una increíble cantidad de procesos artísticos con lo sonoro.

Tsonami demuestra cómo el sonido no es únicamente una forma abierta de experimentar con el mundo que representa el encuentro con una materia sonora que se extiende en el arte, la geografía, la ficción, la cultura y la política, sino que es ante todo una especie de materialidad que siempre está preguntando, como una manifestación que implica cuestionarse, colaboración, generación de relaciones y diálogo, pregunta y aventura. Por ello año tras año, en Valparaíso se encuentran cientos de personas que durante el festival, logran contactar con este fantasma del arte sonoro para hallarlo en su temporal desenvolvimiento en formas como la composición, la intervención de espacios, la reflexión teórica, la grabación de campo, manipulación de objetos o la acción pública. En Tsonami encontramos una confluencia de procesos sin igual que sirve de vivo ejemplo de cómo el 'arte sonoro' lejos de ser una única tendencia, se abre paso como un dinámico intercambio entre muchos procesos.

Esto resulta en un intenso encuentro de formas de tratar lo sonoro reflejado en un conglomerado experimental de perspectivas, informaciones, y maneras de interacción y creación que, en nuestros tiempos, implica la necesidad de asumir el sonido como un dispositivo crítico y estético que, como lo plantea el curador e investigador Leandro Pisano, incide notablemente en la realidad que vivimos, destacando la afección que esta manera fluida y dinámica de asumir la materia sonora, puede tener sobre nosotros, alterando radicalmente no sólo nuestra concepción del sonido en sí, sino en última instancia la forma en la que nos relacionamos con y desde este, lo cual se refleja por ejemplo en la concepción misma del paisaje sonoro que somos y donde nos desenvolvemos, el cual, al asumirse desde esta (in)materialidad sonora, se revela como un espacio de fluidez vibratoria donde reina la temporal naturaleza de la materia del sonido en cuanto tal. Esto es debido a su radical incidencia en el proceso de escucha, donde se pueden identificar unas "co-implicancias de una dimensión sónica", comenta Pisano, "la cual es una manera de co-existencia llevada a cabo a través de la experiencia afectiva y vibratoria del sonido". Con ello apunta a una valoración de la materia sonora y el paisaje sonoro no en un sentido estático y dado sino un flujo diverso y dinámico, un "espacio activo superior a la representación, la mera referencia y la verdad objetiva [que] se configura como un fluido, invisible y oculto ambiente en el que es posible situar nuevas historias y nuevas narraciones que se propagan a través del sonido y las prácticas de escucha que ya existen y circulan en el paisaje".

Estas narraciones no hacen del sonido necesariamente un mero vehículo de cosas, sino también un impulsor de mundos, un proceso de continua construcción de universos. El llamado de Pisano es a desmantelar cualquier tipo de límite que le asignemos al sonido debido a esquemas y discursos dominantes que tiendan a recaer una concepción estática de la materia, aquí reflejada como vibración, eventualidad, situación y proceso, de tal manera que puede plantearse una relación entre las pretensiones estéticas que asume el 'arte sonoro' como tal y su proceso como vía de conocimiento y construcción de mundo, con ello logrando un procedimiento deconstructivo y renovador desde el cual el sonido es un acto político, un proceso de crítica a las formas en las que se concibe no solo el sonido, sino todo lo que se asume como sonoro, es decir, formas que residen directamente no solo en la manera como pensamos sino en las consecuencias que esto tiene también en la experiencia general del mundo. En este sentido, el 'arte sonoro' se pone en relación con otros procesos para permitir un desarrollo co-participativo de los procesos de percepción y nuestra manera de concebir la experiencia sonora.

En otras palabras, la manera como escuchamos y enfocamos/expandimos el proceso, nos permite conocer el sonido como un continuum de experiencias temporales que en sí mismo cuenta con una posibilidad cambiante que apunta a su propia materialidad y transmutación. De la misma forma como puede encontrarse en relación a determinados contextos, puede aparecerse en su forma pura, acusmática, sin fuente ni relación, sin significado necesario, pero si con una manifestación concreta, una materialidad evidente. Y en tanto materia, logra en su temporal narrativa manifestar una naturaleza profunda e inaccesible al discurso racional, despojada de limitaciones semánticas y oculta entre miles de símbolos de sonido bruto, como lo explora el artista sonoro Francisco López, quien es un referente interesante y radical al respecto.

López plantea en su obra está búsqueda del sonido en cuanto tal, donde el paisaje sonoro se asume como una especie de estructura o red de resonancias y concatenación fluida de objetos sonoros que conlleva a pensar más en 'materia' que en 'objeto', dado que el término de 'materia sonora', según López, permite "reflejar mejor la continuidad del material que se encuentra en los territorios sonoros", buscando desde allí una experiencia de la materia sonora en cuanto tal que no caiga en una superficialidad de la concepción del sonido y pueda navegar libremente sus profundidades. López defiende así una dimensión trascendental del sonido en sí mismo, donde el acto de grabar no es un asunto de documentar un supuesto 'mundo real' sino un proceso que "se enfoca en el mundo interno de los sonidos", es decir, en la materia sonora que no es una objetivación de lo físicamente manifiesto, sino una profundización desde el acto mismo de la escucha, una reducción que lejos de significar limitación, constituye una apertura, una forma de ahondar en la materia sonora, la cual en este sentido es "asombrosa, pero para apreciarla en profundidad tenemos que asumir el reto de la escucha profunda. Tenemos que cambiar nuestro foco de atención y entendimiento de la representación al ser".

Por ello se trataría en este caso de entender la materia sonora como un proceso que aunque no es mera fantasía, sucede en un terreno donde la profundidad de la escucha plantea una fusión del oyente y el sonido que logra romper la creencia de la escucha como mera recepción y representación, ubicándola también como responsable de la ficción sonora, como un agente integrado de la construcción del sonido en sí. Nos topamos con un íntimo cruce de mundos de lo sonoro como tal en el en el proceso mismo de escuchar, logrando así dirigirnos a una noción del sonido que, desde un intercambio colectivo e inter-cultural, va generando una determinada materialidad que es y subsiste en su propio entorno, tanto desde una perspectiva reducida a su manifestación concreta, como desde una interacción con otros campos de experiencia.

Esto a su vez puede conducir a una condición polisémica del arte sonoro donde su acción sobre la materia sonora encuentra total posibilidad. Al presentar parcialmente una materialidad que no se reduce a la mera concepción física, sino que valora el proceso sensorial y la manera como este fenómeno evoluciona ante la percepción, el 'arte sonoro' no toma pretensión de ciencia y se abre a lo misterioso de la eventualidad misma de lo sonoro. Asimismo, esta materia sonora ofrece una continuidad que le permite asumirse en un flujo constante, omnipresente, omnidireccional, ubicuo y transitorio, siempre cambiante, haciéndose especial, única, digna de su propio arte, con sus propias formas de explorarse y constituirse, tanto en sí mismo y en su relación con diversos procesos adyacentes. Esta materia sonora a la que el arte sonoro se acerca no sería entonces únicamente fruto de una concepción física del sonido, sino también de una intensa valoración de la experiencia que se este arte en cuanto tal.

Y si tenemos en cuenta lo pasajera que es la escucha en su acercamiento al sonido, la idea de 'materia sonora' se torna en un asunto espectral, fantasmal, que nos obliga inevitablemente a situarla en lo imaginario y mítico, logrando así dirigir aquello que suena hacia el mundo de la imaginación, entendida esta como la co-creación y relación de imágenes y siluetas que, aunque permiten un acercamiento racional, tecnológico, físico y matemático, no son propiamente un asunto que pueda definirse; no son tan solo sonidos aéreos, sino también señales de la memoria. En este sentido, esto del 'arte sonoro' se convierte en una cuestión que abre la posibilidad de poner en diálogo al sonido con el espacio, el contexto, la escucha, la imaginación y el sí mismo. No meramente como un acto creativo, sino también contemplativo, atento, en incesante actividad.

La pregunta sónica

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Semejante capacidad de conectarse a todo y a la vez conservarse misterioso e inaccesible en última instancia, hacen del sonido un fenómeno tan bello y a la vez tan problemático que si bien se resiste a una sola definición, en la práctica termina adoptando siempre una multiplicidad notable, resultado de tantas formas de percibir y simplemente dejar ser el sonido, pero a la vez consecuencia de múltiples maneras de reflexionar sobre desde y hacia lo político, reflexivo, espiritual, estético, etc. El arte sonoro comienza a aparecerse de formas más diversas, siempre mostrando una apertura y noción del sonido en cada experiencia personal, de tal forma que la definición misma se vaya siempre haciendo colectiva y concretamente a través de situaciones sonoras, invitaciones de escucha, interacciones entre sonidos y oyentes, etc.

La materia sonora se descubre en este caso como un complejo proceso de inter-relación de varias perspectivas en torno a lo sonoro, donde no existe una sola definición de la experiencia, sino una inagotable manifestación de concepciones y aplicaciones prácticas resultado de aprovechar el flujo y la significación del sonido. Imaginamos tanto lo sonoro y contamos tantas formas de acceder a este, que no se sabe a fin de cuentas si el sonido es del todo real o es también una fuente de producción de mundos, algunos que deleitan y seducen, otros que asustan y tensan. Esto crea una serie de condiciones muy propicias para un fantasma como el 'arte sonoro', que entre el pavor de la resonancia y su inevitable hermosura, se abre como una pregunta por la ambigüedad misma de lo que se presenta y se oculta en la escucha, ayudando a crear una presencia extraña que comprende la materia sonora en una pluralidad de prácticas, concepciones y situaciones donde lo que llamamos sonido manifiesta su propia imagen y desarrolla su propio mundo, a la vez transversal y en relación a todas sus representaciones, por ende vivo en sí mismo, sin necesidad de etiqueta alguna.

La importancia de esto radica en poder asumir en la 'materia sonora' cierta dimensión que no solo se propone una búsqueda objetiva de lo sonoro, sino que también valora la participación del sujeto agente, cuya ficción permite a la materia sonora una expansión a cada instante. Le permite a los objetos sonoros, "desdoblarse" en el tiempo, como dice Manuel Rocha, cuando habla del "desdoblamiento del objeto sonoro" como un proceso concebido en una intensa relación con la transformación y representación del sonido que resulta no solo en variaciones espectrales o en una mera alteración de timbre sino "también las imagenes metasonoras que surgen en nuestra mente a partir de su escucha", lo cual permite adentrar el sonido a una serie de valoraciones y dimensiones, que aunque temporales, se hacen de alguna forma presentes en una realidad interna de los sonidos mismos, un universo de la materialidad sonora.

Con ello, nos referimos a procesos que asumen no solamente una tendencia a desprender el sonido de la dictadura de determinados lenguajes a la hora de ser aproximado, sino que también permite cuestionar y expandir nuestra propia concepción de lo sonoro en cuanto tal. Es decir, mediante una incesante indagación sobre la materia sonora, el 'arte sonoro' penetra las barreras del tono, la melodía, el ritmo, el solfeo y las escalas musicales, buscando su lugar más allá de los lenguajes de lo que llamamos música; además atraviesa por nociones formales de la música experimental y contemporánea como la forma, el espacio, la propagación, el material, la textura y el grano; y también se aparece también en los territorios de la física y la psicología del sonido, buscando lo que hay entre y más allá de las nociones de intensidad, frecuencia, duración, al tiempo de hacerse afección, emoción e imaginación. Por estas razones, hoy en día de un 'arte del sonido' es hablar de una amplia variedad de perspectivas que surgen del cruce entre disciplinas y maneras de concebir lo sonoro. El 'arte sonoro' sería en gran medida el encargado de cuestionar y abrir, de liderar la pregunta por el sonido desde su abanico de prácticas, logrando con ello construir puntos sutiles y concretos de esta multiplicidad de lenguajes y perspectivas, en tanto se permite deambular, ser libre y abierto, además de aparecer en un momento en el que al ser mayor la democratización tecnológica, las herramientas para la grabación, manipulación, estudio y creación de sonido, son más asequibles, abiertas, libres y capaces.

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Esto le da al arte sonoro un matiz interesante porque lo expone como un modo de crear que reflexiona hacia, desde y sobre el sonido en una situación colectiva, dentro de un contexto socio-cultural determinado que permite apropiarse del fenómeno sonoro, preguntar en su clave sin esperar alguna respuesta, pero sí abriéndonos a la liber exploración, de tal forma que, al estar a la escucha, se generen más preguntas desde la acción artística de la obra. En esto tiene cierta similitud con la música, pero claramente es un asunto que el denominado 'arte sonoro' lleva más lejos. Como comenta el artista y teórico Brandon Labelle,"la música es una producción sonora pero claramente no necesariamente nos cuestiona o nos hace preguntar por el sonido, puede hacerlo, claro, pero generalmente no se esfuerza por ello." Por esta razón, Labelle destaca que para él, "el arte sonoro es el que empieza a realizar esas preguntas". Y sin tener que llevarlo a extremos, es innegable, porque el arte sonoro nace entre una gran variedad de puntos de vista en torno al sonido, no es como tal un lenguaje o respuesta, sino siempre una apertura que no ha de estar en contraposición con otras disciplinas como la música, sino antes como una propuesta más abierta, que bebe de lo inter-medial y contrario a generar un conflicto, busca, muy a su manera, reconocimiento y e identificación con respecto a otros lenguajes y experiencias de lo sonoro.

Es quizás algo muy característico del 'arte sonoro', que sea inconcluso y se tienda a abrir constantemente, quizás motivado por el hecho de no pretender un lenguaje universal, sino antes abrirse a un cruce de culturas y tiempos que le permiten preguntarse en todo momento, construyendo al paso sus propias historias, abriéndose a otros lenguajes, y claro está, invitando a la consciencia misma a cesar ciertas actividades que solemos considerar primordiales, como pensar y ver, para ubicarlas en relaciones más ecuánimes, de tal manera que lo sonoro pueda preguntar y la escucha pueda abrirse. El sonido sería acá una posibilidad crítica con respecto a lo que consideramos definido, es una constante interpelación ante lo que vemos, tocamos, creemos y pensamos. Por eso este 'arte del sonido' cuestiona lo real, pone en duda el mundo, nos sacude e intriga. Como dice la filósofa Salomé Voegelin, "la duda sónica es incesante; su carencia de singnificación clara ofrece una narrativa individual compleja, articulando al tiempo una continuada transgresión con el horizonte visual". Esto es curioso, porque el arte sonoro no solo crítica a lo visual, sino que además permite reconstruirlo y concebirlo de nuevo desde otras relaciones, quizás como una forma de cambiar nuestras maneras no solo de ver y escuchar, sino también de cuestionar, preguntar, asumir, abrir, buscar.

El fantasma del arte sonoro se comienza a aparecer como una forma de preguntar por y desde el sonido en varios contextos, por ello, al ir desde el sonido en sí mismo hasta la contextualizacion y la relación, los llamados artistas sonoros pueden permanecer activos e invisibles. Son también fantasmas, más que habitantes, turistas, como diría Cage. Están siempre abiertos a sonidos y en su actividad asumen una serie de prácticas y métodos que permiten utilizar el sonido para deconstruir y constantemente reformar lo que consideramos, enfocándolo sonoramente, en su realidad volátil, como una pregunta que mueve, una constante indagación, una imparable apertura, que al no estar sujeta a nada, se puede aparecer en todo.

El mito de la escucha

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Como esta entidad extraña que llaman 'arte sonoro' se puede aparecer en cualquier momento, implica una total entrega abierta a lo que se escucha, sea cual sea su concepción, buscando desde allí indagar en cómo se relaciona todo su flujo entre sí, de qué manera el sonido es audible o inaudible, cómo se oculta lo que se oculta en los mundos invisibles, qué habita la oscuridad de la escucha, cómo podemos ver el sonido, de qué manera nos afecta, etc. Una tarea de este 'arte sonoro', como la de un fantasma, sería ante todo la de cuestionar, enlazar, atravesar mundos. No concluye, no concreta, no se ubica, no se detiene, como el sonido. No hace intento de psicoacústica, no se obsesiona por el análisis ni pretende concretamente responder con lenguajes y estructuras rígidas, sino abrirnos a una constante exploración que aunque se da en lo colectivo, tiene una importante dimensión personal.

Esta característica íntima y nómada es precisamente lo que le ha permitido al 'arte sonoro' tender un horizonte amplio que no necesita ni de la definición ni de la localización espaciotemporal, construyéndose como un mito, un mito actual. Se sostiene como un encuentro profundo con la escucha, una manifestación que no se encierra en una única definición ni puede agotarse en discursos racionales. Comparte al respecto con la música, porque se hace tan efímero y a la vez tan hondo, que se vuelve imposible de atrapar, aún así no deja de presentarse, de alguna forma, en todas las direcciones. Aunque haya lenguajes, academias, notas, escalas y compases, no hemos podido, ni podremos, atrapar totalmente la música, que como las musas, se rehusa al claustro de nuestras necesidades intelectuales.

De hecho, si el arte de los sonidos y la escucha, fuera un asunto que pudiera explicarse con la razón, sería una categoría más. Pero al rechazar cualquier dictadura de la razón pura y tampoco quedándose embelesado por la mera intuición, el sonido como arte se abre campo siendo una manifestación que pide su propia dinámica de encuentro, quizás nunca entendido, quizás nunca posible de ubicar en ciertos cánones y las academias. Y aunque hoy en día son muchas las universidades, facultades y grupos de investigación que se dedican a explorar el llamado 'arte sonoro', sólo podremos hacerlo de una forma parcial, en tanto es fundamental también acercarnos desde su innegable impermanencia, en la escucha, inefable, cultivada y práctica; es decir, mediante el sonido mismo. Esa es quizás una de las consecuencias más notables del 'arte sonoro', su capacidad para expandirse y expandirnos en la escucha, lo cual remite a las radicales consecuencias que tiene en nuestra experiencia cotidiana y la manera como concebimos el mundo.

Por más que reciba el nombre de arte, este 'arte sonoro' es algo más que mero oficio o una simple recopilación de géneros, obras, clases, definiciones, enciclopedias y diccionarios. Esto es porque es una disciplina que se da como postura existencial, como un compromiso con la valoración de la escucha, con ello creándose como reflexión sobre la audición y la materia, como escultura, como performance, como composición, como difusión espacial, como obra plástica, pero a la vez apareciendo en la vida del sueño, en la poesía, en la palabra, en la escritura y ante todo, en la fantasía del silencio, en lo que surja al escuchar. En este sentido el arte sonoro revela la escucha como un proceso de conexión con el mito y el misterio de la vida. Si 'el arte sonoro' es apertura, la escucha es el acto mismo de abrirse; es activar un proceso de contemplación, un arte de la quietud, en el ruido y en la calma, pero siempre un llamado a la consciencia, a la atención, al detenerse y permitir al sonido ser.

Por ello el 'arte sonoro' logra considerar una práctica propia de escucha que nos expone ante lo fantasmal del sonido mismo, su ambigua naturaleza que al tiempo que impide su definición estricta, es lo que le permite expandirse y relacionarse con otros lenguajes y formas de crear. Sin embargo, lo que el sonido, como arte, representa, es una aventura constante en el universo mismo de la escucha, por encima incluso de lo auditivo, más allá de cualquier requisito, revelándose como un elemento múltiple, omnidireccional, con tantos sentidos como se le quiera otorgar, con tantas formas como se descubran, pero en última instancia inevitablemente vacío, fugaz; como un espectro, como un fantasma, como la imagen en el espejo, que aun cuando está reflejada, es una ilusión.

El proceso de escuchar se convierte aquí en un acto profundo con lo sonoro en tanto revela el impacto del mismo, trazando una serie de posibilidades que, como espacios, permiten la interacción de voces y ruidos que sólo son posibles bajo estas condiciones fantasmagóricas e inciertas. Es precisamente la paradójica naturaleza del sonido, que emerge y se desvanece en una simultaneidad implacable, lo que nos permite acercarnos a este desde una perspectiva abierta desde la escucha misma. De nuevo Daniela Cascella:

"Me gusta pensar en el arte sonoro como una forma no canonizada de moldear la escucha, deambulando alrededor y quedando sorprendida. Entre menos puedas agarrarlo en una definición, más atraída estoy por él: en su auto-eliminación. Trabajar con “arte sonoro” significa siempre para mí la libertad de estar en un campo que, no siendo definido, me permite jugar con él y considerar pensamientos y palabras que no podrían existir de otra manera."

( arte sonoro )

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Desde lo ya mencionado, el 'arte sonoro' encuentra varias definiciones que lo expresan como un flujo de procesos que puede tomar de otras artes y disciplinas, incluyendo o no concepciones de la música, para buscar una dinámica propia que tiende a aparecer de muchas formas, yendo desde el contrato audiovisual hasta la escultura, pasando por formas sin objeto como tal como en la composición multi-canal, pero también acercándose al performance, donde podría encontrarse con perspectivas de la música experimental o la danza. Lo importante aquí sería destacar la aparición del 'arte sonoro' como una importante invitación a reflexionar abiertamente sobre los diferentes territorios del sonido y la escucha, permitiendo una fluidez innegable que se refleja en la riqueza de obras y procesos dados.

Sería interesante por ello remarcar que aunque no tengamos una definición en sentido estricto, encontramos una intensa pregunta que nos impulsa a reconocer este arte como tal, ya que aunque nos hace imposible condensarlo en la mera razón, por otro lado permite recorrerlo, llevándonos a conocerlo en la práctica, mostrándose como un arte eminentemente directo con la experiencia, cargado de una necesidad de experimentación y percepción que nos permite asumir y cuestionar la resonancia de nuestro cuerpo, del espacio, del tiempo y de las diferentes relaciones entre objetos, sucesos, materiales, formas, eventos, situaciones. En el continuo flujo del sonido, todo se mezcla para generar nuevos lugares, nuevas realidades, nuevas posibilidades que se hallan en el proceso de escucha abierto. Como dice Cascella, el arte sonoro implica una forma de estar en cualquier lugar, al tiempo de no estar en ninguno. Nos incita a considerar nuestra vida como sónica, donde el sonido no solo nos lleva meramente a sí mismo sino a concebirnos a nosotros mismos como sonido.

La escucha deja de ser una forma de recibir pasivamente sonidos para constituirse como una manera de vivir en la que los sonidos son co-creados por nuestra participación, haciendo del arte sonoro un interesante espacio de fluctuaciones que nos sitúa en lugares donde no existe prioridad de lo visual, algunas veces ni necesidad de algo para ver. Esto abre la posibilidad de considerar el sonido también como eso que Chion llamaría 'cinema for the ear'; narrativa audible, drama aural, ficción sónica; habitable, transitable aunque invisible, ubicua e incierta, creando en la escucha cierta irracionalidad e indeterminación, un misterio desde el cual "escuchar", como insinúa Toop, "nos permite acceder a un mundo más inestable, omnidireccional, que avanza y se retira constantemente, conocido y desconocido. Este es el mundo que nos rodea y fluye a través nuestro, con toda su incertidumbre."

Esta manera de dejarnos en la nada, arrojados en un universo de siluetas vibratorias inestables e inciertas, es muy propia del sonido. Su forma de fluir en cada uno de nosotros y residir en un proceso más personal que ubicado en algún momento de la historia, es donde esto de 'arte sonoro' empieza sugerir sentidos, aunque sean temporales como su forma de ser, porque se rehusa a clasificarse como una manifestación más donde simplemente sea buscado como objeto que se manipula, percibe y utiliza, en tanto implica también lo ausente, lo inconcluso, lo misterioso, lo fantasma; una aparición que hace del objeto que suena y el oyente que lo escucha, un entrelazamiento. Se hacen uno, porque como dice Voegelin, "no hay un lugar donde yo no esté simultánea con lo escuchado", de lo que deviene que cualquier intento de filosofía del arte sonoro "deba tener en su núcleo el principio el hecho de compartir tiempo y espacio con el objeto." Se libera así como un constante llamado a ser con el sonido, a fluir como sonido, a llevar la dinámica de la escucha a territorios dentro y más allá de lo audible y lo conceptual.

Este es un punto relevante porque implica una forma de abrirnos al sonido no solo desde lo que oímos sino desde lo que producimos en nuestra escucha activa. Como comenta Voegelin, el momento de escucha se convierte acá no solo en percepción sino también en interpretación, un proceso que "sabe que oír el sonido es inventarlo en la escucha del material sensorial, en vez de reconocer su contexto contemporáneo e histórico", convirtiendo el escuchar en un acto temporal que no busca ubicación ni limitación, sino pura apertura, una práctica que aunque sea fantasmagórica, "no hace de la escucha inexacta o irrelevante ya que está basada en el rigor y la responsabilidad de la percepción."

El oyente siempre se está haciendo porque la escucha siempre se está haciendo. Lo fantasmal se hace evidente para reconocer al sonido como una relación evanescente, transitoria, espectral, nunca fija, nunca sólida, nunca quieta, nunca totalmente aquí, ni totalmente allá. También se niega a considerarse como un estado intermedio, prefiriendo quedarse más bien en ningún lugar, en la experiencia misma donde da igual si lo sonoro es un fantasma, una aparición, un fenómeno o un evento, porque sin importar las condiciones, sigue siendo un misterio en expansión. Por ello el 'arte sonoro' es una cuestión entre paréntesis, un conjunto de citas, rumores, movimientos, delicadas o evidentes perturbaciones que nos generan algo más allá de lo ya conocido.

De hecho, algunos prefieren hablar de 'artes sonoras', para ser un poco más abiertos y permanecer en el encuentro de lo plural y la variación. Otros simplemente prefieren negar el término, argumentando que no se trata sino de otra forma de música o artes plásticas ya conocidas. Sin embargo, el término se ha creado en relación a sus practicantes, sus exploradores y claro está, sus obras, que aún entre tanta discusión inoficiosa, terminan siendo la evidencia no de un lenguaje artístico en sentido estricto, pero si de una experiencia solemne de un eco que parece irreal, pero logra resonar tan hondo hasta el punto de quedarse en nosotros como una metáfora que trasciende lo audible, lo tecnológico o cualquier lógica que impongamos al misterioso mito del sonido, como ya desde hace milenios, nos lo dice la poesía, como sugiere Chion:

"Los poetas son, en todas las épocas, quienes más han hablado de los sonidos. Gracias a ellos, el mundo sonoro de antaño, el de antes de la grabación, no ha quedado completamente engullido en el vacío en el cual, antes de 1877, desapareció todo lo que se había oído en esta tierra."

Referencias

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A History of Sound Art

Comunidad acústica e identidad sónica, Leandro Pisano

Ear Room Interview with Brandon Labelle

Ear Room Interview with Daniela Cascella

El eco está en todas partes, Manuel Rocha Iturbide

El sonido, Michel Chion

Profound listening and environmental sound matter (en Audio Culture), Francisco López

La escucha oblicua, Carmen Pardo

Las imágenes del sonido, Javier Ariza

Listening to the noise and silence: towards a philosophy of sound art, Salomé Voegelin

Noise Water Meat: A History of Sound in the Arts, Douglas Kahn

Resonancia Siniestra, David Toop

Sound Art: Origins, development and ambiguities, Alan Licht

Soundings @ MOMA

Tsonami – Arte Sonoro

Miguel Isaza
EL AUTOR

Miguel es un investigador que relaciona la filosofía, el arte, el diseño y la tecnología del sonido. Vive en Medellín (Colombia) y es fundador de varios proyectos relacionados con lo sonoro, como Éter Lab, Sonic Field y Designing Sound.

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