Magacín

Un bosque fantasma y el paisaje sonoro grabado más allá de la simulación

Han pasado unas cuantas décadas desde que se emprendió con rigor el estudio de los paisajes sonoros y su consecuente exploración estética, política, cultural, espiritual, científica, entre tantas otras disciplinas y campos de exploración que se han ido nutriendo del asunto, de paso también criticándolo y replanteándolo de diferentes maneras.

Entre estas formas de exploración del entorno sonoro, mucho se ha dicho, pero suelen plantearse, entre la heterogeneidad de perspectivas, dos corrientes fundamentales: por una parte, una que enfoca el proceso del registro sonoro de los entornos hacia una representación, contextualización y valoración semántica del paisaje ligado a ciertos elementos que suelen ser conceptuales o relativos a las denominadas fuentes de los sonidos. La otra forma predominante en el arte sonoro, es la que se traza en la línea de perspectivas como la de Pierre Scheffer y su concepto de la escucha reducida y el objeto sonoro, como valoración del sonido en tanto forma desprendida de lo causal, es decir, de las fuentes de los sonidos.

Esta última es la postura desarrollada por el investigador y artista sonoro Francisco López, quien a lo largo de su carrera ha profundizado desde varias vías, yendo desde cassettes o discos sin titulo ni descripción alguna, pasando por conciertos con gente con ojos vendados, hasta el desarrollo de instalaciones donde los paisajes se descontextualizan de diversas formas para generar otros territorios y posibilidades imaginativas que proceden no de la simulación de determinados territorios y procesos, sino desde una búsqueda de la realidad propia de lo acusmático, no representada, no simulada, no dependiente de las fuentes de los sonidos sino desde los sonidos mismos, esto es desde una escucha reducida generada como una oportunidad nueva “donde los objetos sonoros de las materias sonoras tienen una entidad tan importante como las fuentes originales que generaron esos sonidos”, como comenta en la introducción a su más reciente obra, Ghost Forest.

Esta obra nos puede servir para no solo entrever los estatutos fundamentales del trabajo artístico de López sino además desplegar varias cuestiones fundamentales en la exploración actual del paisaje sonoro. Su noción de "destilar la realidad" es quizás la más sugerente, dado que plantea una transmutación de elementos de la realidad que consideramos dada —como la constituida por ambientes sonoros—, para conducirla a otras posibilidades desde lo perceptivo, lo imaginario y lo espiritual que se logran desde el despojo de los sonidos de fuentes fijas, contextos determinados o necesidades específicas de representación.

"Los bosques son ambientes acusmáticos naturales: la complejidad consustancial a su estructura amplifica las condiciones para fenómenos sónicos de múltiples capas, y a menudo relativamente complejos, cuyas fuentes difícilmente pueden verse. “Ghost Forest” (Bosque espectral) es una transposición compositiva de una multitud de grabaciones ambientales originales, realizadas en diferentes bosques de todo el mundo. Utilizando un sistema inusual de mini-altavoces que distribuyen la energía sónica y potencian las reflexiones del propio espacio; y con el objetivo de crear un ambiente sonoro tridimensional sutilmente inmersivo y reactivo al espacio donde se re-materializan los sonidos, la “realidad” original capturada ha sido evolucionada a través de filtrados extremos. Este proceso se ha llevado a cabo hasta revelar un espectro fantasmal de altas frecuencias a partir de los ambientes boscosos transpuestos."

Ghost Forest es una instalación multicanal en Arantzazu Gandiaga Topagunea (Oñati, Gipuzkoa) con altavoces sutilmente ubicados, de tal forma que no solo sean intangibles las fuentes de las capturas originales, sino también las de la reproducción misma. Se dice que la pieza combina sonidos de varios bosques de diferentes lugares del mundo, pero en lógica acusmática no hay tal cosa como bosque del cual provengan los sonidos, sino más bien un espectro, un fantasma, una aparición, un rastro, que podemos etiquetar como bosque, como selva, como espacio surreal o imaginario, y a fin de cuentas solo sigue siendo un espectro inabarcable donde en lugar de haber representaciones específicas, se da "una espectralización de la realidad, de destilación de capas, hilos y texturas sonoras", esto es, una materialización del sonido que nace en su desmaterialización.

Detengámonos en esto: es materialización porque tiende a reconocer el sonido como una especie de materia en sí, más lejos de la mera objetivación musical Schaefferiana para pensarlo en términos más amplios en tanto realidades propiamente dichas. Pero a su vez este proceso representa una desmaterialización porque desliga los sonidos de la jerarquía de los estados de la materia que los presupone siempre a partir de sus fuentes materiales, para en vez de ellos considerar los ambientes o entornos sonoros como “entidades de la realidad tan dignas de existencia, consideración y de independencia como cualquier otra cosa”, esto es, los sonidos en un estado ecuánime con las cosas, donde son tan reales como un objeto, donde coexisten en la misma dimensión.

Este punto es lo que añade el elemento fantasmagórico tan importante en la obra de López, dado que es lo que permite que los sonidos, ubicados libremente en la escucha, con sus fuentes tanto originales como técnicas (parlantes) totalmente ausentes, se manifiesten en su espectro propio, no forzado a un entorno causal específico ni vinculado adrede en determinado contexto, y en vez de ello abierto a lo evocativo, lo imaginario, al viaje, a la experiencia íntima que se produce en la escucha desnuda y abierta al sonido en sí mismo.

Porque aunque se trate de una reducción al sonido en sí, esta no se traduce en límites que constriñan la experiencia sonora, sino todo lo contrario: apertura constante desde la escucha misma que por ende se plantea no solo como mera recepción de señales, sino como una invitación creativa donde el acto de escuchar es la agencia de nuevas experiencias e interpretaciones, como comenta López; es "crear con la escucha", aventurarse a concebir su actividad como forma de construir la experiencia sonora como tal, incluso desde el cuerpo, en tanto en el caso de la instalación, es fundamental, tanto en el movimiento de los visitantes en la sala, como en la quietud que puedan ejercer, siendo en ambos casos la permanencia un asunto fundamental, ya que el dedicarle tiempo a la escucha, transforma radicalmente el proceso mismo de la obra, como bien apunta el artista.

Ghost Forest se presentó del 10 de junio hasta el 10 de julio, comisionado por El Observatorio de la Escucha. Una conferencia relacionada con el tema puede escucharse en mediateletipos.

Miguel Isaza
EL AUTOR

Miguel es un investigador que relaciona la filosofía, el arte, el diseño y la tecnología del sonido. Vive en Medellín (Colombia) y es fundador de varios proyectos relacionados con lo sonoro, como Éter Lab, Sonic Field y Designing Sound.

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