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La personalidad y la modulación

En la música tonal/modal cada una de las notas, y por consiguiente los acordes, tienen un rol muy definido dentro de la escala a la que pertenecen. Desde papeles completamente opuestos como lo son la tónica y la dominante (“ying” y “yang”), pasando por las subdominantes y otras funciones secundarias.

El juego que realiza el compositor con ellas, combinándolas, interviene directamente en las sensaciones que recibimos al escuchar música.

Supongo que a ti también te habrá pasado, al menos en algún momento de tu vida, que en determinadas situaciones, dependiendo de la persona con la que estabas, tu personalidad, tu forma de ser, se veía alterada o condicionada. Aunque solo fuera sutilmente.

Personalmente percibo como con determinada gente me siento más cómodo para hablar de ciertos temas, con otras personas me siento más tímido, con otras más abierto, con algunas llego a creer que soy gracioso, con otras no tengo ni p... gracia.

A las notas musicales y, por consiguiente, a los acordes les pasa algo parecido. Según el tono en el que se encuentre la nota, su función cambia, su personalidad puede ser radicalmente diferente. Su tendencia a moverse en una dirección o en otra puede no ser la misma.

El acorde de Do mayor en el tono de Do es el acorde principal, el acorde de tónica. Ese mismo acorde en el tono de Fa es todo lo opuesto, es el acorde de dominante, su antagónico.

Si dentro de una misma pieza un acorde cambia su “personalidad” es porque estamos modulando. Modular significa cambiar de tono o de modo. Cuando cambiamos de tono cambiamos el rol, la “personalidad” de cada una de las notas. Cuando cambiamos de modo la “personalidad” de algunas notas puede mantenerse pero su entorno cambia y cambia por tanto la percepción que recibimos de ellas.

Modular alterará la función o percepción de la nota o el acorde. Por tanto invertir este proceso, es decir cambiar la función del acorde o su grado en la escala a propósito, es uno de los caminos para iniciar una modulación.

En cualquier momento podemos decidir que el acorde “X” se convierta en el grado “y” de la escala “Z” y por tanto que ese acorde sea la llave que nos abra la puerta de entrada a otra escala, para así continuar desarrollando nuestro discurso musical en un tono/modo diferente.

Resumamos en líneas generales los aspectos básicos de una modulación:

El proceso modulante puede ser largo o extremadamente breve y pude ser claro o ambiguo.

Puede ser largo si hasta que se consolida la nueva modalidad/tonalidad hay entre medias acordes comunes que podrían pertenecer a cualquiera de las dos. Puede por el contrario ser muy breve si modulamos pasando de un acorde a otro sin (al menos aparentemente) ningún acorde que haga de transición (en los tratados suelen denominarlo acorde “pivote”), en muchas ocasiones el oído las percibe como modulaciones instantáneas.

Las modulaciones pueden ser claras si estas son confirmadas rápidamente por acordes contundentes como la dominante y la tónica. Pueden ser ambiguas si, por ejemplo, algunas de esas funciones principales no se encuentra presente o el contexto no acaba de confirmar la tonalidad de manera “tajante” dando lugar, en algunos casos, a diferentes opciones de interpretación en el análisis.

Las modulaciones más suaves son las que se realizan entre los tonos vecinos o modos relativos ya que contienen muchas notas en común. Son tonos vecinos aquellos que solo se diferencian por una nota, aquellos que están a distancia de quinta ascendente y descendente (os sonará el famoso círculo de quintas) Los tonos vecinos, por ejemplo, de Do son Fa y Sol. Fa solo se diferencia de Do por un bemol y Sol por un sostenido. El modo relativo más habitual es el menor que se encuentra a una tercera menor descendente. El relativo menor de Do mayor seria La menor.

Antes comentamos que, como ejemplo, el acorde de Do, según entre que acordes se encontraba, podía ejercer roles incluso totalmente opuestos (tónica o dominante). Ampliemos ese ejemplo y observemos otras escalas en las que nos encontramos, sin demasiada dificultad (entre tonalidades vecinas), con este acorde:

Do mayor:

DO (I grado) – Re –Mi – Fa – Sol –La – Si

Sol mayor:

Sol – La – Si – DO (IV grado) – Re – Mi – Fa#

Fa mayor:

Fa – Sol – La – Sib – DO (V grado) – Re – Mi

La menor natural:

La – Si – DO (III grado) – Re – Mi – Fa – Sol

Re menor natural:

Re – Mi – Fa – Sol – La – Sib – DO (VII grado)

Mi menor natural y armónico:

Mi – Fa# – Sol – La – Si – DO (VI grado) Re/Re#

La lista puede ser mucho más larga si tenemos en cuenta otro tipo de modos (no solo el mayor y el menor) y algunas opciones armónicas más. Lo más importante es tener presente que cualquier acorde puede ser la puerta de entrada de un amplio abanico de universos tonales/modales diferentes

Lo más interesante es que, en teoría (y en la práctica), cualquier acorde formado por las tres notas del acorde triada (sea mayor o menor), con la justificación adecuada (carambolas a cuatro bandas, ya sabéis…) podría formar parte, aunque sea por “los pelos”, de cualquier tonalidad (analizándolo si es preciso como acorde préstamo/intercambio modal, acorde sustituto, etc...) En Si mayor, por ejemplo, Do con la séptima de dominante añadida (Do7) podría ser un IIb7: Un dominante sustituto. En Sib mayor el acorde de Do podría ser un IV grado prestado del modo relativo lidio…

Dicho de otro modo, un acorde mayor o menor cualquiera, ahí donde se le ve, con la compañía adecuada puede llevarnos a cualquier parte.

Juan Ramos

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