Hace tres días, antes de salir huyendo de la capital del reino, mi hija la pequeña, la que ha salido heavie, vio como un grupo extenso de polacos, de esos que pagan la mitad por el transporte público llenaban el Mac Donalds en la que ella y sus sucios amiguillos pecadores estaban tranquilamente. Uno de ellos, el lider, se levantó y se acallaron los cánticos con los que molestaban a la concurrencia hamburguesil corriente, los estandartes se bajaron y las pancartas panfletarias se recogieron: el oficiante bendijo las mac pollos, las dobles hamburguesas, las patatas y hasta el ketchup, nada se libro de los conjuros del hechicero monoteísta.
Ni mi hija ni sus coleguillas se libraron de las constantes miradas de reprobación de los beatos.
Otra vez me quedo con los Heavies. Eddie, ataca...i
Ni mi hija ni sus coleguillas se libraron de las constantes miradas de reprobación de los beatos.
Otra vez me quedo con los Heavies. Eddie, ataca...i
