Informática musical

¿Son los AirPods de Apple implantes auditivos para una época cíborg?

Foto: Fastco, iStock

La tecnología siempre ha sido un asunto bidireccional para la condición humana, en el sentido de ser producto de nuestra forma de ser, pensar, sentir y habitar, al tiempo de situarse como un elemento que modifica tales procesos. De esta forma la tecnología se constituye bajo la idea de expandirnos pero también de modificarnos, siendo ejemplo de ello la tecnología sonora, que desde la música y las formas de comunicación hasta los procesos de comprensión y la memoria, se ven implicados tanto en términos de causas como de consecuencias.

En el caso de las tecnologías del sonido, hay un caso muy particular que ha alterado radicalmente las dinámicas de vida y la forma como nos relacionamos con el sonido: los auriculares, o la posibilidad de tener en nuestros oídos un par de herramientas que nos transmiten audio constantemente, de forma portátil, y con el detalle de poder ocultar a los demás aquello que escuchamos. Esto ha desencadenado en la búsqueda de cierto nicho privado de escucha, cierto entorno íntimo que llevamos con nosotros a cualquier lugar y nos permite desde escuchar más directamente una llamada hasta reproducir una canción justo en el oído, o bien aumentar nuestras posibilidades de escucha como ocurre en dispositivos de este tipo orientados a la medicina.

Ahora bien, por lo general estos dispositivos, por diversos factores de construcción, comodidad o utilidad, se usan en determinados casos. Pero cuando están pensados para ser más pequeños, acomodarse al oído, carecer de cables y en ciertas ocasiones, no sentir que se llevan consigo, ¿Cambia en algo la situación? Según reflexiona el editor Michael Brandt en Fast Company, sí, y mucho, implicando un cambio radical que se refleja en los recién presentados AirPods de Apple, cuya revolución no es meramente el abandono de los cables y el minijack, sino la posibilidad, según argumenta en el artículo, de estar ante los primeros implantes auditivos masivos de Apple que, al “carecer de cables, son discretos y podrías nunca quitártelos”, comparándolos a las gafas en la cara, que se quedan todo el día y solo se remueven en la noche.

Quizá en un primer momento no pueda verse como algo socialmente aceptable, sin embargo tampoco es muy descabellada la idea de Brandt. Sus argumentos se basan en dos aspectos principales: uno es el hecho de que el audio es una forma más pasiva, invisible y (en muchos casos) óptima de transmitir información, además si tenemos en cuenta que los AirPods cuentan con un micrófono, por tanto sirven tanto para la recepción como para la emisión de voz. A esto se le agrega acelerómetro, sensores infrarrojos, entre otras funciones provenientes de su chip integrado.

El otro argumento es que este tipo de dispositivos ingresan en un momento donde se cuenta con un ecosistema de posibilidades que expanden las funciones normalmente encontradas en los auriculares, en el caso de los AirPods el iPhone, el Apple Watch o funciones de estos, incluyendo asistencia inteligente como Siri, posibilidades de control de dispositivos mediante la voz, o facilidad para escuchar mensajes.

Esta interacción hace que “no se trate solo de auriculares inalámbricos sino de hallar internet entero implantado en el oído”. Todo ello hará, según afirma el autor, que permanezcamos con los auriculares, aunque hemos de tener en cuenta que en el caso de los AirPods, su carga de batería ofrece solo cinco horas de uso continuo, aunque se pueden cargar de forma portátil para mayor duración.

En este punto es donde se pone futurista Brandt y asume que este proceso puede ir más allá de la mera interacción. Lo que vaticina para los tiempos venideros es que la nanotecnología, como lo ha hecho con tantos sectores y dispositivos, se hará no solo cada vez más pequeña, sino que ante todo se beneficiará de otros métodos de relación con nuestro cuerpo, por lo que un modelo de auriculares como los AirPods, no son más que el comienzo de una modificación cíborg en masa de nuestros procesos auditivos.

En el artículo se asume que el oído será cada vez más dependiente de estas formas tecnológicas, que además se beneficiaran de otras formas de conexión y de implantes futuros que puedan ser más adheridos a nuestros órganos. “Las cosas se harán más pequeñas” –agrega–, “se harán más personalizadas, y más integradas de forma nativa, equipándonos para crear mejores versiones de nosotros mismos.”

Hay que tener cierto grado de ingenuidad para pensar que estos desarrollos representan una mejora de lo que somos. Es bien sabido que la tecnología así ha funcionado, pero igualmente conocemos la nefasta consecuencia que muchos desarrollos actuales han tenido sobre los procesos sociales, culturales o personales. Sin embargo, la cuestión aquí no es solo del futuro y es claro que con la posibilidad de hacer más cómodos e imperceptibles los dispositivos, al tiempo que se hace más práctica, multisensorial, e inmediata nuestra relación con estos, los procesos de comunicación, la información y nuestra forma de convivir se afectan radicalmente. ¿Para bien? ¿Para mal? Solo lo decidiremos nosotros, tal vez siempre un poco entre la paranoia y la realidad.

No podemos igualmente olvidar que la propuesta de Brandt es especulativa, por ende la pregunta queda abierta: ¿Llegarías a implantarte auriculares en los oídos o en su defecto quedarse con unos auriculares tipo AirPods durante todo el tiempo?

Vía Fast Company

Miguel Isaza
EL AUTOR

Miguel es un investigador que relaciona la filosofía, el arte, el diseño y la tecnología del sonido. Vive en Medellín (Colombia) y es fundador de varios proyectos relacionados con lo sonoro, como Éter Lab, Sonic Field y Designing Sound.

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