Cobarde!

He tenido la suerte de encontrarla, pero nunca el valor de dejarla.

Hasta aquel día jamás creí que fuera capaz de negar tres veces, bueno, en realidad sólo negué una vez, pero la podredumbre que inundó mi ser fue tan axfisiante y hedionda que hasta mi ropa quedó apestada.

Ahora nunca hablo a la gente a la cara, pues supongo que podrían descubrir el pecado a través de mi propio aliento.

Quizás hagan falta más vidas para aprender a soportar lo etéreo de la voluntad.

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