Magacín

Poesía aural como inclusión de invidentes en los semáforos sonoros de Félix Blume

Para nadie es mentira que las sociedades actuales son en gran medida diseñadas desde lo ocular y lo material, dejando en muchos sentidos de lado lo intangible y sonoro. Esto si bien no es un grave problema para muchos, a la hora de hablar de quienes carecen de sentidos como la visión, la situación es otra y el panorama de una ciudad se convierte en un proceso desequilibrado en términos de inclusión.

Sin embargo, lo que hallamos en nuestras ciudades contemporáneas no es del todo negativo, pues son bien conocidas las medidas que se han ido tomando para incluir opciones de circulación, señalización, facilidad de transporte y comunicación con invidentes o personas con algún tipo de dificultad física. Y aunque es largo el trecho que aún queda por recorrer en este ámbito, hay procesos ya establecidos que dan esperanza a la hora de considerar las ciudades del futuro, donde el sonido se convierte en una herramienta importante para generar espacios y vías de encuentro entre quienes más lo necesitan.

Dentro de estas medidas, hay una bien conocida: la implementación de sonidos en los semáforos para avisar cuando es pertinente pasar, algunos de ellos incluyendo ritmos variables que van disminuyendo para indicar la proximidad del cambio del semáforo, ya no dictado por el color sino por el conocido bip o twit, que de hecho varía de muchas formas según las ciudades. Sin embargo, es mayor la inclusión que puede darse en estas iniciativas, no solo porque hay ciudades donde escasean estas herramientas en muchas calles, sino también porque se disponen de otras las rutas que puede tomar la implementación de los sonidos, por ejemplo en la elección de los sonidos que se integran en los semáforos y la consideración de sus capacidades poéticas.

Es precisamente a esta transformación a la que se ha dedicado el talentoso artista sonoro y asiduo explorador de la grabación de campo Félix Blume, un francés que ha pasado numerosos años de su vida explorando la cultura latinoamericana –especialmente la de México– desde su sonido, y que ahora mediante un proyecto llamado “Semáforos Sonoros” está trasladando a la acción social y la transformación de elementos del paisaje sonoro en torno a la integración de personas en discapacidad.

Aunque su idea ya ha tenido algunos procesos anteriores como el de su participación en el Festival Tsonami en Chile, ahora se presenta en México. Su idea es reemplazar el sonido que traen por defecto los semáforos, considerado por muchos como molesto e incluso un tanto salido de contexto con respecto a la cultura y la memoria de un lugar. En su más reciente experimento, ha intervenido un total de 13 semáforos del centro histórico de Ciudad de México, un proyecto creado en colaboración con el museo Ex Teresa Arte Actual.

Los sonidos utilizados tienen un componente significativo en múltiples sentidos: están compuestos de forma natural, han sido grabados por los alumnos de la Escuela Nacional de Ciegos y se han seleccionado y trabajado desde el criterio de Blume con respecto a la estética a proponer, a modo de muestra artística, donde por dos semanas los semáforos sonarán con elementos tradicionales del lugar como un cenzontle, un caracol prehispánico, la campana de un tranvía o una marimba, todos ellos activados una vez el semáforo está en verde.

Una idea de por si innovadora en términos de la posibilidad de intervención del espacio público y la gestación de instalaciones en espacios específicos, donde no solo se tienen en cuenta problemáticas de movilidad, inclusión y comunicación., sino que además se incita a que la consideración de la estética, la memoria y la poesía implícita de lo sonoro, impriman en la escucha de los territorios nuevas líneas de apreciación y encuentro con el entramado social.

Esta forma de asumir el sonido tiene para Blume un aspecto político interesante, relativo a su idea de protesta desde lo sonoro, donde converge la idea de la manifestación desde la voz, la intervención pública y el llamado a la inclusión por parte de las instituciones gubernamentales, junto con las posibilidades innegables de la poética del sonido en su dimensión imaginaria:

“Me interesa mucho la posibilidad de imaginación que tiene el sonido, tener la posibilidad de trasportar a las personas en otro viaje. La ventaja del sonido es que no muestra, es como un libro, cada uno se puede imaginar, cada uno puede hacer su propio viaje a través del sonido”

Vía Capital21 | Chilango | Félix Blume

Miguel Isaza
EL AUTOR

Miguel es un investigador que relaciona la filosofía, el arte, el diseño y la tecnología del sonido. Vive en Medellín (Colombia) y es fundador de varios proyectos relacionados con lo sonoro, como Éter Lab, Sonic Field y Designing Sound.

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