jsv60 escribió:
Por mi parte guardo ciertas esperanzas de que la revolución tecnológica que estamos viviendo suponga un avance en el conocimiento y de que de ese conocimiento surjan nuevas formas de gestionar el planeta en el que vivimos y consigamos transformarlo en un lugar un poco más habitable para todos.
Me parece muy bien, ojalá que esas esperanzas se cumplan. Pero esa "habitabilidad" del planeta incluye la mejora de amplias capas de las sociedades que están sometidas o excluídas, del reparto de la riqueza y de los beneficios de la ciencia y la técnica.
Mis ideas pueden ser consideradas antiguas, no hay problema con eso, pero "antigüedad" no significa necesariamente "error".
Hablemos de la ciencia y de la técnica, a las que aludes: Si los medios de producción están en manos privadas, quiere decirse que no se traducirán en beneficios sociales, pues los medios de producción privados tienen como objetivo el beneficio privado y ésto crea pobreza en los excluidos de esa propiedad, en dos sentidos: porque la fuerza de trabajo es innecesaria y porque no se participa de los beneficios, que van a parar a los poseedores del capital técnico-científico.
jsv60 escribió:
pensaba que estábamos en otra etapa del pensamiento socio-económico
Sólo hay dos maneras de entender la economía política: la liberal y la socialista. En el mundo occidental impera el pensamiento único neoliberal (con Reagan y Thatcher y tras el final de la URSS, el liberalismo se torna exacerbado y se reduce al mínimo el arbitrio de las relaciones económicas, se globaliza y, por lo tanto, existe, de hecho, imperialismo económico .).
Puedes llamar antiguas mis ideas, no me importa. También hay gente que llama antiguas la palabras de Cristo y no dejan de ser actualidad para muchos millones de personas.
He aquí algunas palabras antiguas:
El desapego, la espiritualidad que busca el Reino de Dios y su justicia antes que las propias necesidades y sobre todo, la acumulación de riqueza:
"«No amontonéis tesoros en la tierra" (Mateo, 6, 19)
"No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas? Por lo demás, ¿quién de vosotros puede, por más que se preocupe, añadir un solo codo a la medida de su vida? Y del vestido, ¿por qué preocuparos? Observad los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan, ni hilan. Pero yo os digo que ni Salomón, en toda su gloria, se vistió como uno de ellos. Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, Dios así la viste, ¿no lo hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe? No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer?, ¿qué vamos a beber?, ¿con qué vamos a vestirnos? Que por todas esas cosas se afanan los gentiles; pues ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso.
Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura.
Así que no os preocupéis del mañana: el mañana se preocupará de sí mismo. Cada día tiene bastante con su propio mal. (Mateo, 25-34)
Y, sobre el "pecado original económico", el pecado original de los pobres:
"Los orígenes de la primitiva acumulación pretenden explicarse relatándolos como una anécdota del pasado. En tiempos muy remotos —se nos dice—, había, de una parte, una élite trabajadora, inteligente y sobre todo ahorrativa, y de la otra, un tropel de descamisados, haraganes, que derrochaban cuanto tenían y aún más. Es cierto que la leyenda del pecado original teológico nos dice cómo el hombre fue condenado a ganar el pan con el sudor de su rostro; pero la historia del pecado original económico nos revela por qué hay gente que no necesit a sudar para comer. No importa. Así se explica que mientras los primeros acumulaban riqueza, los segundos acabaron por no tener ya nada que vender más que su pelleja. De este pecado original arranca la pobreza de la gran masa que todavía hoy, a pesar de lo mucho que trabaja, no tiene nada que vender más que a sí misma y la riqueza de los pocos, riqueza que no cesa de crecer, aunque ya haga muchísimo tiempo que sus propietarios han dejado de trabajar. Estas niñerías insustanciales son las que al señor Thiers, por ejemplo, sirven todavía, con el empaque y la seriedad de un hombre de Estado a los franceses, en otro tiempo tan ingeniosos, en defensa de la
propriété [propiedad]. Pero tan pronto como se plantea el problema de la propiedad, se convierte en un deber sacrosanto abrazar el punto de vista de la cartilla infantil, como el único que cuadra a todas las edades y a todos los grados de desarrollo. Sabido es que en la historia real desempeñan un gran papel la conquista, el esclavizamiento, el robo y el asesinato, la violencia, en una palabra. Pero en la dulce Economía política ha reinado siempre el idilio. Las únicas fuentes de riqueza han sido desde el primer momento el derecho y el «trabajo», exceptuando siempre, naturalmente, «el año en curso». En la realidad, los métodos de la acumulación originaria fueron cualquier cosa menos idílicos. " (Karl Marx: El Capital, LIbro I, capítulo 24)
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¿Ideas antiguas? Pues serán antiguas, pero sólo hay que ver lo que está sucediendo para darse cuenta de que arrojan luz sobre la codicia, la desigualdad y la injusticia actuales, y tenemos ejemplos en todo el mundo, como en los países del sur de Europa, incluyendo España.
Un cordial saludo.