El caso de los lácteos es un claro ejemplo de cómo nos venden como bueno algo que no sólo nos ayuda, sino que además es la causa de cantidad de problemas que actualmente afectan a nuestro organismo con bastante frecuencia. Aclaremos que la leche es un alimento natural, saludable y necesario, PARA EL TERNERO. Todas las madres mamíferas generan en sus cuerpos leche para sus propias crías, en el primer período de sus vidas. Cada bebé toma la leche de su especie hasta que está capacitado para alimentarse como adulto –el destete se inicia cuando la cría deja de producir las enzimas para digerirla-. Ningún animal continúa tomando leche después del destete, y menos de otras especies… salvo el ser humano.
La industria lechera nos viene vendiendo la leche como producto maravilloso e imprescindible para la salud –habría que replantearse esto; recordemos que en algunos lugares de Oriente no se han consumido lácteos durante siglos…-; muy bueno para que los niños crezcan. Y los niños crecen, claro. Pero, ¿por qué? Crecen porque mamá vaca incluye en su leche hormonas de rápido crecimiento, necesarias para el ternero… pero no para los niños humanos, en los que un crecimiento tan veloz puede provocar una falta de fijación del calcio, al crecer tan rápido los huesos… También ponen lácteos en la dieta para prevenir y tratar la osteoporosis; éste es un claro síntoma de que la mayoría de la gente no sabe qué es y por qué se produce esta enfermedad –y tampoco cómo funciona el metabolismo de proteínas-. O quizá sí lo sabe, pero el dinero… ejem. Bueno; para quienes quieran conocerlo, haré una explicación “por encima”, puesto que en la bibliografía y en Internet se pueden conseguir cuantos detalles se deseen. Los últimos estudios sobre la osteoporosis indican que ésta no se inicia por un bajo índice de calcio en la dieta, sino por un desequilibrio en el pH interno, provocado muchas veces por el consumo excesivo de proteína animal –generalizado en nuestra sociedad-. El metabolismo de la proteína animal, acidifica el interior de la célula, que utiliza calcio (alcalino o básico) para neutralizarlo. Este calcio proviene de las reservas óseas, o del calcio de la dieta, provocando la carencia, y finalmente la aparición de la enfermedad. La proteína vegetal, si no se consume en exceso –y las necesidades reales son mucho menores de lo que comúnmente se considera-, no produce este efecto. ¿Qué tiene que ver la leche en todo esto? Es la principal causa de osteoporosis; esto es, no sólo no la mejora, sino que la provoca: el calcio que contiene se gasta íntegro –y muchas veces, más que el que contiene- en neutralizar su metabolismo. Es un hecho que cantidad de médicos especialistas en osteopatía han recomendado a sus pacientes de osteoporosis no consumir ningún alimento animal, obteniendo calcio orgánico de fuentes vegetales como son el sésamo, algunos tipos de algas, las almendras… Y estas pacientes han llegado a recuperar prácticamente toda su masa ósea, cuando la creencia popular es que la osteoporosis sólo se puede frenar, pero es irreversible.
También se ha demostrado científicamente que los lácteos tienen una elevada toxicidad –reconocida incluso por muchos médicos convencionales-; se sabe que provocan un aumento de mucosidades, alergias varias, y se desaconseja su ingesta en catarros, asma, congestión nasal y otras afecciones del aparato respiratorio. No poseemos las enzimas necesarias para su correcto metabolismo, por eso son tóxicos: la galactosa, por ejemplo, puede provocar cáncer de ovarios; algunas de sus proteínas provocan una reacción autoinmune de las células secretoras de insulina en el páncreas, por lo que son causa de la diabetes tipo I (dependiente de insulina). El exceso de vitamina D, no hidrosoluble y difícilmente eliminable, es tóxico: aumenta los niveles de ión calcio en sangre, aumenta la absorción de aluminio y provoca depósitos de calcio en tejidos blandos –producen envejecimiento, arrugas, arteriosclerosis, y endurecimiento de tejidos-.
Ahora miremos qué es verdaderamente ese líquido que hay dentro del tetrabrick: al ordeñar las vacas, éstas no tienen las ubres perfectas, ya que tras meses y meses de explotación, los pezones acaban sufriendo infecciones, heridas… La leche se somete entonces a un tratamiento de esterilización por altas temperaturas (UHT) durante cortos períodos de tiempo repetitivos. Este tratamiento sólo mata los microorganismos, pero no purifica la leche; la sangre, el pus, la suciedad de las ubres, células somáticas, las hormonas, antibióticos, etc., siguen estado ahí, y nos afectan –aunque existan controles, éstos siempre permiten un mínimo bastante alto de todo ello-. Además, cualquier alimento, aunque fuese sano y limpio, libre de tóxicos, perdería todo su valor al desnaturalizarlo de ese modo. Se recomienda no cocinar los alimentos, y caso de hacerlo, usar las temperaturas más bajas que sea posible y durante corto tiempo, siempre a presión normal –no con olla exprés-, y por procedimientos lo más naturales posible –teniendo prioridad el fuego sobre la vitrocerámica, pues ésta transmite electricidad, y en ningún caso utilizar microondas-. Ahora viene el dato clave: se realizaron experimentos con animales –volvemos al punto de partida, y que al menos su sufrimiento nos sirva para comprender que no necesitamos hacerles semejantes perrerías-, para comprobar esto. Uno de ellos fue alimentar gatos únicamente con comida y agua pasada por microondas. Al cabo de pocos días/semanas, murieron, mientras que los alimentados normalmente y con acceso a alimentos VIVOS –crudos-, vivieron normalmente, descartándose así cualquier posible causa por enfermedad. El otro fue someter la leche que un ternero tomaba de su madre al tratamiento que se usa para consumo humano; lo que también le provocó la muerte al animal en pocas semanas. Saquemos conclusiones…