En concreto era la Sexta de Mahler.
Bueno, el caso es que mientras la escuchaba pensaba en lo siguiente: Me encanta esta obra. Me parece de una belleza e inspiración deslumbrante. Pero el hecho de que la escuche y me guste se debe a que la he escuchado ya muchas veces y la he asimilado. Es decir: me la sé.
No lo recuerdo ahora pero posiblemente las primeras veces que escuché esta obra no la disfruté como ahora porque no la conocía y no le sacaba todo el jugo que encierra. En muchas obras, y sobre todo en aquellas que poseen un grado de abstracción importante, sólo después de varias escuchas se logra extraer su significado.
En la época en que Mahler compuso esta sinfonía, la única forma de escucharla era yendo a un concierto donde se interpretara. La gente "normal" podría escuchar esta obra, como mucho, no sé, en dos o tres conciertos. Es imposible que llegaran a apreciarla.
Imagino que a los músicos de aquella época, como a todos, les gustaba que su música fuera aplaudida y reconocida. Es increíble que no se decidieran a prostituir su música, haciéndola mucho más liviana, ligera y reconocible para que alcanzara el éxito a la primera.
Sin duda habrían también muchos de esos. Pero otros, se estrujaban el coco para producir unas obras de una profundidad y una abstracción enorme, aún a sabiendas de que resultaba muy difícil de asimilar por el gran público. Este convencimiento de "calidad por encima de todo" me parece digno de elogio. Al final, por cierto, el tiempo les ha dado la razón.
Saludos.