El otro día escuché la nueva versión de SUNO y, sinceramente, me dejó tocado.
No solo por lo bien que suena —aunque no es perfecto— sino porque, como compositor, sentí una especie de vacío.
Esa sensación de: “¿y ahora qué pinto yo aquí?”
Me conocéis y llevo tiempo componiendo orquestal, new age, epico y pop por pura pasión, sin pretensiones, pero con esa necesidad —supongo que compartida— de mostrar lo que uno hace, de sentir que tiene un valor.
Y ahí me di cuenta de algo incómodo: quizá lo que busco además de hacer buena música, es sentirme valorado y en alta estima por haberla hecho yo.
En el fondo, el ego y la creación musical van de la mano.
El ego nos empuja a mejorar, a compartir, a dejar huella. Pero también puede secuestrar la motivación: convierte la música en un espejo donde buscamos aprobación más que expresión.
Y aquí entra SUNO. Si una IA puede hacer una canción sublime — Ya se que para muchos SUNO es una mierda y piensan que no emociona pero ese es otro debate —, ¿qué busco realmente cuando compongo?
¿La excelencia musical… o el reconocimiento personal que me da ser el autor?
Tal vez el debate no sea entre humanos e inteligencia artificial, sino entre ego y propósito.
¿Creamos para servir a la música o para que la música nos sirva a nosotros?
A mí, sinceramente, me ha dejado entre la admiración y la crisis.
¿A alguien más le pasa?
No solo por lo bien que suena —aunque no es perfecto— sino porque, como compositor, sentí una especie de vacío.
Esa sensación de: “¿y ahora qué pinto yo aquí?”
Me conocéis y llevo tiempo componiendo orquestal, new age, epico y pop por pura pasión, sin pretensiones, pero con esa necesidad —supongo que compartida— de mostrar lo que uno hace, de sentir que tiene un valor.
Y ahí me di cuenta de algo incómodo: quizá lo que busco además de hacer buena música, es sentirme valorado y en alta estima por haberla hecho yo.
En el fondo, el ego y la creación musical van de la mano.
El ego nos empuja a mejorar, a compartir, a dejar huella. Pero también puede secuestrar la motivación: convierte la música en un espejo donde buscamos aprobación más que expresión.
Y aquí entra SUNO. Si una IA puede hacer una canción sublime — Ya se que para muchos SUNO es una mierda y piensan que no emociona pero ese es otro debate —, ¿qué busco realmente cuando compongo?
¿La excelencia musical… o el reconocimiento personal que me da ser el autor?
Tal vez el debate no sea entre humanos e inteligencia artificial, sino entre ego y propósito.
¿Creamos para servir a la música o para que la música nos sirva a nosotros?
A mí, sinceramente, me ha dejado entre la admiración y la crisis.
¿A alguien más le pasa?
